El roce de tus dedos fue el preludio del cataclismo universal. Comenzó la cuenta atrás. Tic-tac, tic-tac. Tu huella dactilar imposible de borrar, resistente a la lejía y al aguarrás. Yo que no paro de temblar. Tú que ni vienes ni te vas. Cierro los ojos porque no quiero mirar, pero supongo que da igual. Hay destinos que no se pueden evitar.
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