Ya nadie valora los pequeños actos de heroísmo. Todos desprecian la guerra de trincheras. La gente piensa que la victoria anida en épicas batallas. No se dan cuenta de que la mejor manera de acabar con tu enemigo es asesinarlo lentamente, muy despacio, sin que se dé cuenta de que, poco a poco, va muriendo; que no perciba el reguero de sangre que rubrica cada uno de sus pasos; dejar, incluso, que piense que ha ganado la última batalla; quitarte el sombrero y decirle Enhorabuena, he perdido; no hacer leña del árbol caído hasta que no le reste ni una gota de savia; reír sobre el cadáver, nunca al lado del enfermo terminal; aguantar, esperar, asestar el golpe sólo cuando sea mortal; saber que el aplauso de los liberados oprimidos cicatrizará todas las heridas; asumir los costes del desgaste; aceptar la posibilidad de que tú seas el vencido, confiando en que los que son enterrados envueltos en la bandera de la verdad y la justicia resucitarán antes del Día del Juicio Final y cercenarán todas las cabezas de las hidras.
2 comentarios:
No sé lo que opinaría Sun Tzu al respecto, pero parece bien calculado. Casi un manual de iniciación al ajedrez (!)
Como todos los manuales es fácil de leer, pero muy difícil de poner en práctica. Hoy, por ejemplo, casi incumplo alguna de sus premisas. Afortunadamente, otros las incumplen todas.
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