Cierro los ojos. Permito que me veas, sabiendo que ya me has visto antes de yo permitírtelo. Es fácil. Dejarse llevar. Abandonarse al sonido de las olas que rompen sobre las rocas del mar Báltico. Estrellarme en la red de tus dedos. Permanecer encerrada entre las palmas de tus manos. Sentirme libre, estando presa. Volar sin despegar del suelo. Columpiarme en tu sonrisa. Balancearme entre las hebras de tu pelo. Dejar que el viento esparza mis desvelos. Rezar para que el tiempo no escupa borrones sobre nuestros recuerdos. La noche es blanca. El día negro. Sigo trenzando espinas de coronas que desgarran nuestras sienes. La sangre que se desliza por mi frente escuece tu mirada. Cuando despierto eres tú quien alza los párpados. Los domingos están hechos para andar sobre los tejados.
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