Recorremos la carretera sin final.
Unas veces volamos y otras nos paramos.
Y, por fin, la humedad marina del atardecer nos recibe jubilosa y nos envuelve con su pegajoso abrazo.
Paseamos por la fresca noche y nos sumergimos en el batiburrillo de las tiendas costeras.
Me levanto y camino casi a tientas por el pasillo hasta llegar al salón.
Frente a mí, el Mar Menor se extiende en todo su esplendor.
Bajamos a la playa y nos sumergimos en el Mediterráneo.
Nos secamos, caminamos por la orilla y nos abrasamos.
Charlamos en la terraza mientras los grillos entonan su cántico.
Surcamos las aguas del Mar Menor a bordo de un pequeño velero.
Nos bañamos en El Barón.
Comemos el tradicional caldero.
Y, finalmente, volvemos a recorrer la infinita carretera directas a Madrid.
Mi piel sedienta, resacosa después de la borrachera de sol, ansía más y más crema; mientras mi mente sigue evocando las imágenes de un fin de semana inolvidable.
Gracias Blanqui. Gracias Elenita.
2 comentarios:
Me alegro de que lo hayas pasado tan bien. Saludos.
Qué mono Anita! cualquiera diría que hemos estado en mi Manga de siempre...:) pues nada, cuando quieras repetimos! eso sí, con más crema...!!
Publicar un comentario