Pero el tiempo pasó y la bella muchacha continuó viviendo su rutinaria existencia sin que ningún acontecimiento digno de mención la sobresaltase. Y así cumplió diecisiete años a bordo del tren dominical que la traía de regreso a la capital de España. Y fue allí, en la estación de Atocha, el día de su cumpleaños, donde vio por primera vez a Salva. Ella, que nunca había creído en el amor a primera vista, sintió cómo las flechas de cupido traspasaban su maltrecho corazón, mientras sus celestes ojos se prendían irresistiblemente de la mirada color miel de ese alto y atractivo desconocido, al que jamás creyó que volvería a ver.
Por eso, cuando, al día siguiente, la portera de su bloque le presentó a uno de los estudiantes universitarios que habían alquilado el piso de enfrente del suyo, casi se desmaya al comprobar que aquellos ojos que ahora le sonreían eran los mismos que había contemplado la noche anterior, poco después de bajar del tren. Aunque en aquella ocasión fue incapaz de decir algo más que un simple “Encantada de conocerte”, hubo otros muchos encuentros entre ambos, con sus consiguientes ocasiones para entablar largas y estimulantes conversaciones, y, sólo tres meses después, Salva y Lucía eran ya novios formales.
Fue en esa época cuando el odio de la muchacha hacia los trenes creció de forma exponencial, multiplicándose hasta el infinito; pues, ahora, además de aquellos aciagos recuerdos, representaban el alejamiento de su primer y único amor. Sin embargo, esos dos días y medio que pasaban alejados cada semana eran la única sombra capaz de oscurecer su recién estrenada felicidad. Ni siquiera los desequilibrios anímicos de su madre eran ahora capaces de entristecerla; pues, al tener a alguien con quien compartir sus penas y problemas, éstos se minimizaban hasta casi desaparecer por completo.
2 comentarios:
Acabo de leer toda la historia desde el principio y me alegro de que haya tenido un giro positivo, ya me estaba dando miedo tanta desgracia en el tren. Un abrazo.
Siento desilusionarte, Laura, pero ésta es una historia que escribí hace más de un año y, aunque no me gusta anticipar nada, no es que tenga un final feliz precisamente.
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