sábado, 18 de agosto de 2012

Un pecho

Un pecho se escapa de tu sujetador, baila el limbo por debajo de uno de sus aros y sale al exterior. Otea el horizonte, buscando la única mano que sabe cómo enmarcarlo, el único taxidermista que sabe cómo disecarlo, los únicos descendientes de los dedos de Walt Disney que aún saben cómo animar un dibujo sin la ayuda de un ordenador. Pero ya no están. Se disolvieron en la acetona que trataba de limpiar los restos de la pintura Titanlux con la que camuflaste de verde esperanza tu desesperanza más negra. Intacto, el pecho vuelve a su sitio, se entierra bajo el sudario de una copa B de Intima Cherry. No volverá a salir. No volverá a respirar. No volverá a sentir. No le importa. No hay tanta diferencia entre vivir y morir.

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