Ya no hago equilibrismos en el alambre de tu columna vertebral. La bomba explotó demasiado cerca de mi oído. Me reventó el tímpano y ahora es el vértigo el que domina mis titubeantes pasos, alejándome de los precipicios que me acechan a cada costado de tu espalda. Sólo si allanas las cordilleras de tus sueños seré capaz de volver a caminar por el valle de tu ombligo. Sólo si bajas a la tierra, podré despegar contigo.
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