Creí que no te echaba de menos hasta que hablé de ti. Entonces me di cuenta de cuánta falta me hacías, de cómo necesitaba volver a verte y de cómo sería menos doloroso si nunca volviéramos a encontrarnos. Te llamé al llegar a casa. No me lo cogiste. Decidí borrarte de mi vida, pero ni siquiera fui capaz de eliminar tu número de mi agenda. Me pregunté cuánto frío haría ahora en Australia. Recibí un sms. "Sorry. No oí tu llamada. En un par de horas estoy en casa y hablamos por Skype. Hace un frío del carajo". Hay preguntas para las que sería mejor no obtener respuesta.
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