El dolor es sordo, no te oye. Por eso no se detiene, te va minando por dentro, poco a poco, sin que puedas evitarlo, sin que sepas controlarlo. Trataste de extirparlo una vez, pero fue inútil. Se escondió tan bien que creíste haber tenido éxito, pero continúa dentro de ti, silencioso, destruyéndote poquito a poco, sin prisa, pero sin pausa, más certero que una lanza. Respiras hondo mientras miras a través de la ventana, contemplando ese vacío que te llama, ese cielo que te abraza, esas voces que no callan. Sería tan fácil... Subir al alféizar y deslizarse en la nada, dejar que la fuerza de la gravedad te aplaste contra el suelo, reventándote por dentro. En unos segundos, todo habría acabado. Pero no puedes hacerlo. Tú no quieres morir, tan sólo quieres vivir sin tener que sufrir este dolor que nadie debería tener que asumir. Por eso te diriges a la cocina y blandiendo tu mejor cuchillo comienzas a buscar la guarida de este demonio que ya no te deja pensar. Nadie lo entiende. Nadie comprende por qué lo hiciste. Tendida en el suelo, flotando en un charco de sangre, mutilada y sonriente, nadie adivina la verdad, que no buscabas tu fin, sino el suyo. Lástima que para encontrarlo tuvieras que vaciarte completamente. Pero venciste, con tu último aliento hallaste su escondrijo y lo aniquilaste. Ya no torturará a nadie más. Por eso sonríe tu cadáver. Parece mentira, pero hay muertes que tienen algún sentido.
2 comentarios:
A veces creo que la muerte es lo único que tiene sentido. O, mejor dicho, que la muerte es lo que da sentido al resto.
Por otro lado, los vasos comunicantes funcionan como un concepto inexorable.
Como digo en la entrada, creo que algunas muertes tienen sentido, pero la inmensa mayoría no. Supongo que ocurre igual que con las vidas. Muy pocas significan algo.
"Los vasos comunicantes funcionan como un concepto inexorable". Gran frase. Daría para escribir un libro. ;)
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