Me gustaría ser como ellos, pero no lo soy. Ellos se esfuerzan por hacer algo que yo me esfuerzo por no hacer. Ellos buscan la fama y la gloria, anhelan focos y titulares, persiguen elogios y cumplidos y recolectan billetes que ya no saben poner a buen recaudo. Yo sólo quiero ser anónima y morir en paz, que cuando desaparezca de este mundo nadie sea consciente de mi existencia, que ni siquiera una lápida ayude a localizar mi tumba, que cuando mis amigos mueran fallezca mi recuerdo, que el polvo de mis huesos se confunda con la arena del camino, que mis palabras se las lleve el viento. Ellos duermen apaciblemente por las noches sobre colchones viscoelásticos que acunan sueños dulces de un capitalismo sin rastro de crisis. Yo permanezco despierta, insomne y agitada, tratando de contener las palabras que se escapan por cada uno de mis poros cada vez que relajo mis músculos, intentando retener historias de apocalipsis cotidianos que devastan nuestras vidas, luchando cuerpo a cuerpo con personajes más reales que yo misma, acosada por pesadillas menos voraces de noche que de día. Cambiaría mi vida por su vida para saber lo que se siente sin sentir nada, para que no me duelan las pestañas, cansadas de abanicar a los que mueren abrasados por el fuego que consume estos días agostados antes de que haya llegado el verano, para no tener heridas que sangran a pesar de ser cosidas, para no verme obligada a esquivar esos cuchillos asesinos lanzados por enemigos escondidos entre las zarzas y los espinos. ¿Y qué si no duermo? ¿Y qué si me muero? ¿Y qué si, a pesar mío, sobrevivo al invierno de este infierno? Me gustaría ser como ellos, pero no lo soy. Ellos están muertos, aunque se piensan vivos. Yo estoy viva, aunque me crea muerta. Por eso no descanso. Ningún ataúd sirve de soporte a mi columna vertebral. Me gustaría ser como ellos, pero no lo soy. Escritores vivos, palabras muertas. Palabras que asesinan a quienes las escriben y resucitan a quienes las escuchan. Palabras que duelen más cuando se callan que cuando se pronuncian. Gritos que desgarran la garganta y parten en dos el paladar. Lamentos roídos entre los dientes. Lágrimas que verbalizan las frases de los muertos. Un cadáver que me mira desde el otro lado del espejo. Otra vez dudo de si vivo o ya he muerto. Me gustaría ser como ellos, pero no lo soy. Yo aún respiro y ellos ¿no?
2 comentarios:
Respirar es involuntario...pero quizá creemos vivir y no lo hacemos...¿que es vivir?. ¿Respirar, que te lata el corazón, no tener encéfalo plano...?
Me ha gustado la entrada. Un saludo
Está claro que la vida es un concepto relativo. Cada uno rellena los puntos suspensivos.
Me alegro de que te haya gustado.
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