Te ocultas entre las sombras, camuflada, aovillada, disfrazada, vigilante, expectante, anhelante de un mundo sin dolor ni signos de interrogación, de una tierra sin inventar, poblada de ángeles que no se cansan de entonar los himnos más excelsos que se pueden recitar. Pero, en contra de lo que todos dicen, aún no ha llegado el fin del mundo, así que tendrás que esperar para poder contemplar el Este del Edén y el Oeste del Arca de Noé. Sigue observando, sigue esperando a que el ardor se extinga por refrigeración espontánea. Cruza los dedos y reza para que el dueño del sueño no convierta en pesadilla las imágenes perdidas en tu inconsciente menos colectivo. Él se ha ido y tú hace tiempo que te has extinguido. No cierres los ojos. Detrás de tus párpados es donde habitan los orcos.
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