La libertad no existe. Murió víctima de las graves heridas que sufrió en todas las revoluciones que se iniciaron en su nombre. La igualdad y la fraternidad perecieron de idéntica forma. Éste es un mundo de esclavos de los convencionalismos sociales. Ésta es una Tierra en la que el que tiene algo siempre es tratado de manera diferente al que no posee nada. La insolidaridad campa a sus anchas. El odio y la envidia gobiernan todos los corazones. Me dices que hay que luchar y yo te pregunto por qué. Repites consignas recitadas con anterioridad. Estás dispuesto a morir por unas ideas que alguien sembró en tu cabeza cuando tu cerebro era lo suficientemente maleable como para que enraizaran. Yo no quiero morir, pero estoy dispuesta a matar, no por ideas ni creencias, ni siquiera por defender una libertad que sé de sobra que no tengo. Un asesinato sólo tiene sentido si ha sido dictado por las tripas. Las ideas son falsas, pero los sentimientos ciertos. No creo en la injusticia, pero a veces la siento. Sólo entonces alzo la mano y tiro la piedra. Hay una gran diferencia entre tú y yo. Si tú yerras el tiro, no volverás a intentarlo. Las ideas cansan y aburren una vez que se apaga la llama que encendió su instigador. Pero si yo fallo el tiro, recojo la piedra, me acerco al condenado y le abro a golpes la cabeza. Cuando las tripas dictan tus actos no calibras bien los riesgos ni los costes de tus acciones. Por eso no hay que temer a un rebaño de ovejas enfurecidas. Basta con convencer al pastor para que cambie la diana sobre la que verter su ira. Son los lobos solitarios con los que debes tener cuidado. Cuando se entregan a sus instintos más básicos nadie es capaz de domesticarlos y, antes de que te descuides, acabarán con todas tus gallinas de los huevos de oro. El hambre sólo es peligrosa cuando se siente y no cuando se piensa.
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