Dicen que va a nevar, pero no les creo. Levanto la vista y ni una nube forra el cielo. Más abajo, el frío no me desgarra la piel, tan sólo la araña tímidamente. En Budapest sé que es distinto. Allí sí nieva, con tanta frecuencia que el hecho de que el suelo se cubra de blanco no se convierte en fiesta nacional. A veces pienso que es una pena que una ola polar sea algo tan habitual. En otras ocasiones me doy cuenta de que sólo a bajo cero refulgirán tus ojos en todo su esplendor. Yo nunca los he visto en pleno apogeo. Por eso maldigo este azul celeste y las temperaturas positivas. Hasta que no estemos a punto de morir congelados no seré consciente de la magnitud de tu belleza.
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