Los dragones viven en cuevas decoradas con princesas encadenadas y escupen fuego como felpudo de bienvenida a quienes se atreven a adentrarse en sus dominios. Pero tú, ni princesa ni caballero, no tienes miedo de acercarte hasta la boca del lobo, porque ¿acaso una pulga corre riesgo de morir entre las garras de un monstruo? ¿Es que puede aprehenderse aquello que no se ve? ¿Y exterminar aquello de cuya existencia no se tiene conciencia? Y, sin embargo, ¡cuán cierta es la posibilidad contraria! Pero el gigantesco reptil no huele el peligro mortal que sobrevuela sus escamas, mientras hurga entre sus dientes con los huesos de sus víctimas y eructa satisfecho, tras el suculento tentempié de medianoche. Sonríes. Las pulgas no pueden matar dragones, pero sí ver a los microbios que segarán su vida para siempre.
1 comentario:
¡Poesía pura! Vaya ritmo.
Publicar un comentario