No sabes los días que han pasado, las noches que he llorado, los rosarios que he rezado. No sospechas la violencia con la que he odiado, los panfletos apuñalados, las veces que he muerto jugando al ahorcado. No recuerdas el olor a podrido del pescado, las esquinas habitadas por mendigos congelados, los niños vestidos y, al mismo tiempo, desharrapados. Sueñas con un paraíso que hace tiempo que no existe, mientras follas con valquirias que se tiñen hasta los pelos del coño. Dices que volverás a la madre patria, que morirás en la tierra que te vio nacer, que aquí se está mejor, aunque nunca se esté bien. Hazlo. Deja que estos millones de gusanos devoren hasta la última célula de tus pálidas manos. Yo prefiero exhalar lejos mi último aliento. Podrán profanar mi cuerpo, pero mi cadáver será eterno.
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