He perdido el Norte (si es que lo tuve alguna vez). Lo sé (las pruebas resultan demasiado contundentes), pero no puedo (tal vez no quiera) hacer nada por evitarlo (tampoco por disimularlo). Necesito verte (olerte), hablar contigo (escuchar tu voz), decirte todo (o, al menos, una parte de) lo que siento. Por eso te llamo de madrugada (a sabiendas de que la estoy cagando) con la excusa más barata (absurda) que puede comprarse (inventarse) a esas horas (intempestivas). Me arrepiento (¿qué coño estoy haciendo?) en cuanto oigo tu hastiado (¿por qué coño no me dejas en paz?) y somnoliento (¿crees que son horas para llamar?) ¿Sí? Certificado el craso error (¿de verdad crees que puedes conquistar a alguien sacándolo del quinto sueño?), se me olvida el pretexto (demasiado endeble para ser recordado) y sólo acierto a disparar (tartamudear) un inconsistente (completamente idiota) Perdona, me he equivocado de número (más bien de nombre). Cuelgo (en el colmo de la mala educación) y me doy cuenta (¿cómo no lo he pensado antes?) de que es muy posible (enormemente probable) que no estuvieras dormido (sin compañía). La sospecha (convertida en certeza por los celos) me obliga (me incita) a repetir la llamada (¿he dicho ya que he perdido el Norte?). Cabreado (¿pero qué cojones pasa contigo?) me espetas (escupes) ¿Te has vuelto a equivocar o quieres algo? (ambos sabemos que no haces nada por error, así que ¿por qué no dices qué coño quieres realmente?). Sin saber qué contestar (¡mierda!) opto por callar (ser cobarde) y cuelgo sin abrir la boca (con miedo a que se me escape la verdad). Mil (absurdas) ideas contradictorias se agolpan en mi (caótica) mente. Esta vez (gracias a Dios) tú eres quien llama (otorgándome una salida digna). ¿Estás bien? Sí (No), sólo estoy borracha (perdida) y (cediendo a mis instintos más básicos e ilógicos) me he hecho un lío con el móvil (más bien, con mi vida). ¿Estás solo? (¡Mierda! ¿Cómo lo he podido soltar?). No creo que sea de tu incumbencia (¿te jode pensar que pudiera no estarlo?). Cierto, era sólo por si te apetecía tomar una última copa (antes de follarnos como posesos hasta el amanecer). Mejor llámame cuando no estés borracha (y/o estés dispuesta a confesar la verdad) y hablamos tranquilamente (considerando en serio la posibilidad de follarnos como posesos hasta el amanecer). Antes de darme opción a replicar (con una nueva mentira) cuelgas (vengándote de aquella vez en que fui yo la que te dejé con las ganas). Una rabia (odio) incontenible (y atávica) recorre todo mi cuerpo (y agita mi alma), encaminando mis pasos (he perdido el Norte, he perdido el Norte, he perdido el Norte) hacia tu casa (el punto de no retorno). Una vez allí (epicentro del desastre) llamo al timbre con insistencia (como una posesa que no folla hasta el amanecer). Nadie (tú no) contesta(s). Cinco minutos después (puede que más), no tengo más remedio que aceptar (con lágrimas en los ojos) que no estás en casa (sino en casa de otra), lo que me otorga la gran (maldita) oportunidad de alejarme del escenario del crimen (donde mi amor propio fue cosido a puñaladas) antes de que regreses (mañana almediodía, bien follado por otra y desayunado) y constates que he perdido completamente el Norte (si es que lo tuve alguna vez). Pero no puedo hacerlo (si pudiera significaría que no he perdido completamente el Norte) y me quedo allí plantada (más bien, lloriqueando, sentada en el escalón de tu portal) sin entender (querer aceptar) que te quiero (estoy obsesionada contigo), que siempre te quise (desde hace tanto tiempo que ya ni me acuerdo) y siempre te querré (no sé cuándo terminará todo esto). Pero tú no regresas (antes de que me canse de esperarte) y vuelvo a llamarte (es lo que hacen aquellos que han perdido el Norte). Salta tu buzón de voz (que probablemente conectaste para protegerte de mí) y, sin saber por qué (porque he perdido el Norte, ya te lo he dicho), espero a oír la señal (la campana que anuncia mi inminente ejecución). Tras unos segundos de (interminable) silencio, digo Espero que seas feliz (mejor, inmensamente infeliz) con ella. Después (de todo este desastre) vuelvo a casa (lentamente), fantaseando (con la vana esperanza) aún de encontrarte (esperándome) en mi portal (como un perro abandonado que continúa siendo fiel al dueño que lo desechó de su vida). Pero allí no hay nadie (tú no has perdido el Norte) y no tengo más remedio que aceptar (digerir) que esta noche (y las del resto de mi vida) no dormirás (follarás) conmigo (sino con otra). (La verdad sólo se escribe entre paréntesis que nunca me atrevo a leer en voz alta). Habría sido fácil (eso era lo que me daba más miedo), pero ya no hay forma de volver atrás (ni de conseguir que perdones mi cobardía). Dos (o tres) días después, recibo tu (cruel) sms. Gracias (me alegro de que te joda que esté con otra). Espero que tú (jamás) encuentres a alguien. (Y el consuelo de que aún me quieras-odies borra el dolor de haberte perdido para siempre).
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