No debería decirte toda la verdad. Siempre es conveniente guardarse un as en la manga, pero necesito poner boca arriba todas las cartas. Comprobar si, efectivamente, he ganado la partida. Sé que no es así. En realidad, lo único que necesito es certificar mi derrota, verte con ella y no conmigo, saber que son sus manos las que te proporcionan abrigo. Ironías del destino. Justo cuando claudicaba, tropiezo contigo. Y ahora que sé que existes, ¿cómo corto el cordón que me une a tu ombligo?
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