La princesa del guisante yace entre mullidos cojines de plumón húngaro. Trata de conciliar el sueño, pero no puede. Libra un combate a vida o muerte con los monstruos que la retienen a medio camino entre esta vida y la que viene. Finalmente, cae al suelo inconsciente. Nadie sabe quién ha ganado la batalla. Completamente inmóvil duerme más de cien años sobre un duro lecho de piedras heladas y cortantes. Cuando despierta, nadie recuerda su nombre, ni siquiera ella misma. Sólo las rocas que acunaron su cansancio conocen el auténtico valor de sus actos. Los ogros derrotados siguen escondidos en sus armarios.
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