Tu nombre tatuado en mi retina no me deja leer entre las líneas de tus frases más ambiguas. Esas diez letras son ahora todo lo que veo. Las leo incluso sin ponerme las gafas. Es fácil. Están ahí, tan cerca que me resulta imposible ignorarlas. No hace falta que me pare a contemplarlas. Me acompañan todo el tiempo, mientras camino y mientras duermo. Quisiera despegarme de ellas, pero no puedo. Tendría que arrancarme los ojos, pero me da miedo de que tu nombre sobreviva escondido en mi nervio óptico. Tal vez sea allí donde realmente resida. Prenderé fuego a mis neuronas, dinamitaré todo mi sistema nervioso y, convertida en un catatónico despojo de carne inmóvil, si no recuerdo cómo te llamas, tal vez consiga desprenderte de mi vida.
2 comentarios:
Vuelven las rimas como mazas y el desquicio de la huida.
Hay que huir siempre, pero sólo hacia adelante.
De rimas creo que ando floja, pero gracias por subirme la moral. ;)
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