Si empiezo una guerra la termino. Si pierdo una batalla recojo mis pedazos y contraataco. Si el cuello de mi enemigo roza el filo de mi espada no desaprovecho la oportunidad de rasgarle la garganta, observando cómo se derrama su vida, mientras su sangre convierte en barro el polvo del suelo. Pero éste no es el caso. Fuiste tú quien me lanzó el guante y ahora esperas que sea yo quien deponga las armas y firme una paz sin condiciones, que me someta a la tiranía de tu arbitrio y te lama mansamente los pies mientras azotas mi maltrecha espalda. Si piensas que lo haré es que eres mucho más imbécil de lo que creía. Yo no moriré como la cobarde de Cleopatra. Podrás cogerme viva, pero ni me matarás ni seré tu esclava. Siempre habrá alguien dispuesto a morir por libertarme; pues, cuando yo fallezca, perecerá la esperanza de tus oprimidos. Pequeños actos de heroísmo que provocan cataclismos. El fin del imperialismo. Tiembla. Algún día mi mano, oculta entre las sombras, te empujará hacia el abismo.
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