Quiero morderte de un bocado, apresarte entre mis dientes, triturarte despacio en la rueda de molino de mis muelas, hasta que no quede nada de ti, tan sólo un puñado de polvo y un exiguo reguero de sangre. Quiero reducirte a la nada y, una vez que nada seas, moldearte a mi imagen y semejanza, dotándote de la unicidad y singularidad que ahora te falta. Quiero sentirnos solos en este mar lleno de peces, ser incapaces de comprender a los que nadan a nuestro alrededor y que ellos sean incapaces de entender nuestro enigmático sistema respiratorio. Quiero quedarme quieta y dejar que sólo tú orbites entorno a mí, ambos suspendidos en estas aguas cenagosas en las que todos fingen saber a dónde van, aunque, en realidad, avancen a tientas. Quiero estar segura de que, contra viento y marea, permanecerás a mi lado, pero dudo a cada instante, dejando que mis lágrimas se ahoguen entre la espuma de la resaca nocturna de las noches sin luna.
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