Anoche forzaste la cerradura de mis párpados, allanando mi inconsciente más dormido. Revolviste entre mis recuerdos olvidados, hurtando algunos de mis traumas reprimidos y casi todos mis sueños infantiles. Por la mañana, adulta violentada, sin pasado, ni patria, ni bandera, camino por la senda gris de los hombres que te roban el tiempo, ayudándoles a sustraer los irrepetibles segundos adolescentes de quienes aún no han alcanzado la mayoría de edad, extirpando los minutos ociosos de las vidas regaladas y encadenando a las mentes más preclaras a la esclavitud del incansable engranaje productivo. A mediodía me reuniré contigo en el altar de los novios putrefactos y daré ese sí quiero que siempre tuve miedo de pronunciar, pero que ya no me importa gritar; pues, aunque me case con el día, seguiré siendo amante de la noche. Incluso si nunca más vuelvo a cerrar los ojos.
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