Miré cara a cara a la gorgona, retando mi pupila a su pupila, pero no me convertí en piedra. Cual vampiros, sus cabellos de serpiente clavaron sus dientes en mi cuello y mis muñecas, pero su veneno no enturbió mi sangre. No hay escudo que nos proteja de los deseos de los dioses ni espejo que refracte el mal. Sólo nos queda rezar y cruzar los dedos para que los reyes de las nubes atiendan nuestras súplicas. No hace falta que cercenes ninguna cabeza. Quienes estén condenados a morir serán fulminados por un rayo.
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