No trates de salvarme. La sentencia ha sido dictada antes de dar comienzo el juicio. Siempre ocurre así, incluso cuando creemos lo contrario. Las pruebas carecen de valor cuando no apoyan la tesis del jurado. La masa aplaude la condena, sobre todo si intuyen la inocencia del cabeza de turco. Y, sin embargo, siempre hay algún pecado digno de reprobación, aunque no sea la causa que nos conduce hasta el cadalso. Por eso dejamos caer la piedra y miramos en derredor, buscando a alguien que sí esté legitimado para arrojar el primer golpe. Y qué si el culpable a veces queda libre. ¿No te das cuenta de que todos portamos algún tipo de cadena que lastra nuestros pasos? Déjame. No te molestes ni te indignes. No pueden absolver a quien nunca ha seguido ni seguirá sus reglas.
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