Tensa la cuerda y aprieta el nudo. Si no me atas bien, escaparé y nunca jamás serás capaz de volver a atraparme. No escuece la traición, sólo el envenenado beso en la mejilla. Sabía que ocurriría, pero no quise evitarlo. Necesitaba conocer el precio de tu lealtad. Sinceramente, no me esperaba que valiera tan poco. Camino dócilmente, custodiada por demonios que no lograrán retenerme entre sus garras. Dejo que penséis que habéis vencido, que creáis que puedo ser derrotada, que no sospechéis que soy un ave fénix que resucitará de sus cenizas tantas veces como vosotros lo matéis. Sé lo que queréis hacer conmigo, pero no saldrá bien. Hay ideas demasiado arraigadas para poder ser extirpadas, sentimientos anclados como sanguijuelas al corazón, sólo que cuanto más acerques el fuego, menos posibilidades tendrás de que se desprendan y caigan al suelo. Podéis golpear mi cuerpo hasta la muerte y, después, encarcelar mi cadáver, pero sólo conseguiréis perpetuar el recuerdo de mis verdades, aquéllas que no necesito decir para que se entiendan, porque han sido certificadas con la sangre que chorrean vuestros actos y la fe que destilan cada uno de mis pasos.
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