domingo, 26 de abril de 2015

El descendimiento


Un paso en falso en el borde de un abismo divergente. Tiemblan los peldaños del sendero que me separa de mi destino. También los escalones que descienden lentamente hacia el infierno. Mi cuerpo, en eterno equilibrio inestable, no sabe cómo continuar reteniendo el grito. Lo suelto y, liberada de su peso, caigo hacia atrás, con tanta fuerza que, en realidad, mi caída se convierte en una voltereta hacia delante. Ruedo, como un ovillo de lana entre las patas de un gato hiperactivo. Sangro, como un unicornio herido. Un perro sediento lame el suelo que rozo con las encarnadas puntas de mis dedos. Tampoco él sabe a dónde lo conducirá el ineludible deseo de llenar su estómago. ¿Es su hambre distinta de la mía? Me miro en el espejo y sólo soy capaz de ver la calavera que se esconde bajo mi piel. Prométeme que no dejarás que se hagan con ella, que no permitirás que jueguen al fútbol con mi cráneo. Júrame que serás tú quien descienda mi cadáver de la cruz, enjugando en llanto mi carne cenicienta, hasta borrar todos y cada uno de los pecados que me condujeron hasta ti.

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