Te gustaría ser capaz de poner la otra mejilla, pero ahora mismo sólo piensas en recuperar las fuerzas para devolver todos los golpes. Siempre ha sido así. Nunca has sabido agachar la cabeza ante quienes empuñan los látigos. El aire se parte en dos. Salpica la sangre, también un pedazo de carne. Un irreverente escupitajo en la cara de quien inflige el castigo es tu única respuesta. Aumenta la condena, también la rebeldía. Todos creen que acabarán contigo antes de que termine el día, pero no es cierto. No se puede aniquilar un espíritu indomable. Eres un caballo que nunca se dejará montar por un jinete que no consideres digno de dirigir tus pasos. Tu espalda es un pentagrama de heridas que reclaman venganza. Dos lágrimas de rabia escuecen tus mejillas. Sólo tienes que esperar a que ellos caigan y, entonces, asegurarte de que nunca jamás vuelven a levantarse. La justicia yace enterrada bajo una lápida sin nombre, pero un perro callejero escarba la tierra circundante. La noche es una corona de espinas que araña tus sienes con las burlas de tus enemigos. Sólo tienes que esperar y ayudar a que el tiempo ponga a todo el mundo en su lugar.
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