A diferencia de lo que ocurría en la canción de Los Piratas, te eché de menos en septiembre. Las hojas caían y el recuerdo no desaparecía. Puede que el verano no hubiera merecido la pena. Demasiado sol, demasiada agua, demasiados minutos en los que no hacer nada. Se me derritieron la mayor parte de las neuronas, se me ahogó casi toda la razón, llené el vacío de las horas muertas abriendo demasiadas puertas. Pero todo se acaba. También las vacaciones a la orilla del mar y, enraizada tierra adentro, traté de ahuyentar las nubes, intenté que afloraran los ríos subterráneos, me esforcé por detener el tiempo. Pero las hojas seguían cayendo. Poco a poco comencé a aceptar mi derrota. Me senté en el suelo y contemplé su lento fallecimiento. Te eché de menos en septiembre, de una forma que Iván Ferreiro nunca comprendería, como si esto no hubiera terminado, aparentemente ausente e indolente, realmente hiperpresente e insoportablemente doliente, cual hoja muerta machacada bajo la suela de unas botas con tachuelas. Las hojas caían, no se detenían, fallecían, desaparecían, a diferencia del recuerdo de aquellos días que tanto dolían.
Blog en el que buceo en universos paralelos distantes y distintos encerrados en el centro de un protón del núcleo del átomo de mi existencia.
martes, 31 de julio de 2012
lunes, 30 de julio de 2012
Cadáveres (II)
No es cierto. No quería morir de sed en el desierto, pero no podía beber el barro de tus botas, ahogarme en tu saliva, sumergirme en tu mirada lasciva, convertirme en una suicida, sin posibilidad de huida, metamorfosearme en una yonqui de sonrisa torcida, en una vagabunda que duerme en las esquinas y sueña con ser enterrada entre bolas de naftalina. No, no sucumbiré a la llamada de tus dedos, ni al hipnótico movimiento de tus labios, pronunciando palabras de tres rombos separadas por puntos suspensivos en cursiva. Yo, que nací de tu costilla izquierda, no volveré a introducirme en tu costado. Me emanciparé de la esclavitud que me desvela, apagaré el pábilo que ilumina mi entrepierna y, a oscuras y en silencio, observaré la lenta deshidratación de mis órganos vitales hasta que, convertida en momia desecada, puedas soplar sobre mi cadáver, esparcir al viento mis cenizas y buscarme luego entre los ecos de esta tarde, que tan pronto se contrae como se expande.
domingo, 29 de julio de 2012
El hundimiento (II)
No sé cómo lo hacen, por qué la gente camina como si nada pasara, como si el mundo no se acabara, como si el suelo no se hundiera, como si sus vidas no se destruyeran. Tal vez sólo yo me ahogo en arenas movedizas, tal vez sólo a mí se me traga la tierra.
jueves, 26 de julio de 2012
Noli me tangere
Noli me tangere. No soporto la descarga eléctrica de tus dedos. Me paraliza. Me mata poco a poco, aunque no me dé cuenta. Tú lo sabes y lo aprovechas para reducirme a la nada. Me obligas a esquivar tu mirada para no convertirme en estatua salada. Te odio. No te quiero. No me muero por sumergirme entre las violáceas hebras de tu pelo. Vete. No te acerques. Aléjate y luego vuelve. Revuelve y envuelve los tabúes más oscuros de mi mente divergente. Haz que me arrepienta de no ir al cine de las almas afines. Haz que mendigue nuevos abriles de noches cortas y días sin luz, acostados sin prisa en el filo de un aspa en forma de cruz. Haz que no olvide el color del iris que enmarca tu pupila y se abriga con tus párpados en los noviembres más huracanados. Pero qué digo. Si me rozas no podré vivir. Falleceré antes de lograr huir. Arderé hasta morir. No. No me toques. Prefiero una larga vida sin ti que un solo minuto de gozo sin fin.
martes, 24 de julio de 2012
Café y leche hirviendo
La boca te huele a café y leche hirviendo, a mañana recién empezada, perezosa y oxidada, a día sin desgranar, que no te apetece estrenar, que te da pereza desembalar. Si quieres te ayudo a quitarle el envoltorio y, mientras bebemos una profunda copa de vino, nos decimos todas esas cosas que nunca nos dijimos, que antes de vernos ya nos presentimos o que, pase lo que pase, será más lo que ganemos que lo que perdimos.
lunes, 23 de julio de 2012
Imposibilidades (II)
¿Cuántos sueños olvidados yacen en el fondo de tu cama, anclados a los muelles de tu colchón, entretejidos en el algodón de tus sábanas? Eso es lo que soy yo, un sueño olvidado encerrado a cal y canto en un cajón de tu mesilla de noche. Tal vez alguien encuentre la llave que abre la caja de Pandora y hasta la esperanza será esquiva al tacto de tu mejilla. Ven, siéntate en la silla y léeme el libro de las mil y una maravillas, moldéame con arcilla a través de la mirilla que separa tu boca de mi pantorrilla, mezcla mi barro con tu saliva y crea un nudo indestructible que me ate por siempre al cinturón de tu trabilla. Conviérteme en tu mejor pesadilla y, cuando despiertes, estrangúlate entre los agujeros de mis medias de rejilla. Sólo cuando te falte el aire estarás a más de mil millas del pantano de mi retina.
domingo, 22 de julio de 2012
El hundimiento (I)
Hay un cobarde hablando ante las cámaras. Los periodistas hacen fotos y toman notas. Los mercados aplauden las mentiras, pero continúan crispados. Europa se da palmaditas en la espalda por haber conseguido volver a hundir a los débiles. Los valientes emigran y la masa sólo protesta entre susurros. Señalar con el dedo siempre ha sido de mala educación. Lo enseñan todas las madres. No importa que el apuntado sea un culpable. Pero siempre hay un niño desobediente que grita que el Emperador va desnudo. Por eso Herodes trató de exterminar a todos los inocentes y, aún así, se le escapó el que buscaba. Dejad que termine el desfile. Si ningún niño abre la boca será porque los padres que amordazan han ganado la batalla. Morded las manos que os sellan los labios. Desatad las lenguas. Corred descalzos. No os importe que se os claven las piedras. La sangre derramada es la que gana las guerras.
jueves, 19 de julio de 2012
Parte de lo humano y todo lo divino
Vivimos y morimos, sin que nada cambie en este mutante e inaprehensible mundo que se nos escurre entre los dedos, porque no nos atrevemos a abrir los labios y aspirar en un único suspiro parte de lo humano y todo lo divino.
domingo, 8 de julio de 2012
Heridas (VII)
Las esquirlas de tus huesos se esparcieron por ahí. Las espinas de tus manos se me clavaron justo aquí. Sangre y huesos. Huesos y carne. Carne y sangre. Fango. Lucha en el barro. ¿Qué estarías dispuesto a hacer para sobrevivir? ¿A quién venderías para no morir?
jueves, 5 de julio de 2012
La otra cara de la luna
Durante un segundo pudiste ver lo que quería ocultar. Luego abriste los ojos y te convertiste en un ciego más.
martes, 3 de julio de 2012
Cadáveres (I)
El amor se asomó al balcón, contempló el gris del cielo y se tiró, se arrojó a la nada, se suicidó. Ella lo empujó y él lo agarró, pero pesaba demasiado y se escurrió, se pulverizó, falleció. El peso de los años era demasiado grande. Ya nadie muere para conservar una reliquia. Renovarse o morir. Hacer que muera para poder vivir. No es difícil. Clavar el puñal y huir. O, mejor, empujar y ver morir. Es cierto. No quería ser feliz.
lunes, 2 de julio de 2012
Ausencias (I)
Sobreviviré. No sé cómo, pero lo haré. Cerraré los ojos y contaré hasta tres y cuando los abra nada estará donde lo dejé, sino en el sitio correcto e indicado, a mil kilómetros de cualquier lugar equivocado. No habrá pérdida ni dolor. No habrá llanto ni aflicción. Sólo paz y amor. Y la palabra adiós habrá sido desterrada de esta tristísima canción.
domingo, 1 de julio de 2012
Serpientes (I)
Ya no eres capaz de soportar el peso del mundo sobre tu espalda. Por eso te arrastras sobre la tripa, besando el suelo, arañando el barro con la punta de tus dedos. Para otros es fácil. Para ti no. No tienes alma de serpiente, ni sabes mudar de piel. Sólo tu lengua bífida te asemeja al resto de reptiles que te rodean. Y, aún así, no eres una de ellos. Ni siquiera los lagartos son tus primos hermanos. Nunca tuviste escamas y no aprendiste a camuflarte ni en la selva ni en el desierto. Siempre se te ha visto demasiado, a pesar de tus deseos de ser invisible. Quizás algún día lo consigas. Desaparecer. Evaporarte. Sumergirte en ninguna parte. Mientras tendrás que seguir pegada al suelo y cruzar los dedos para que tu estómago no reviente aplastado por el peso que curvó tu espalda.
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