Llevas la inmensidad del mar encerrada en tu pecho, tu aliento destila sal y la espuma de las olas enmarca tu iris y tu pupila. Dices que echas de menos la costa, sin darte cuenta de que todo lo que añoras está dentro de ti. Y yo, tan difícil de retener y de contar como la arena, me quedo a tu lado, esperando que laves mis costados y compactes mi materia, que me moldees a tu gusto y deseo, que me destruyas y me rehagas a tu antojo, sabedora de que, aunque lo intente, no podré escapar del abrazo de tu resaca nocturna.
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