Robemos naranjas del mercado. Exprimamos todo el jugo y bañémonos en el sol de su zumo. Riamos, como ríen los niños que se sumergen en lo prohibido. Corramos. Huyamos. Escondámonos. No permitas que nadie nos encuentre. No dejes que los sabuesos olisqueen el rastro de nuestros sueños. Seamos distintos, aun siendo iguales. Vivamos sin miedo. Muramos de frente. No tiene sentido temblar ante la caricia de la brisa vespertina. Es inútil gritar frente a la inmensidad del mar. Coge mi mano y cierra los ojos. Sólo somos dos pájaros heridos. Si no podemos despegar, habrá que saltar, confiando en que nuestras alas cicatrizarán antes de estrellarnos contra el suelo. Ten fe. Aunque no lo recordemos, hace mucho tiempo, aprendimos a volar.
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