miércoles, 19 de marzo de 2014

Insectos (V)

Comenzó a llover, tal y como habían predicho las noticias. Gotas gordas, preñadas de agua, humedecieron el suelo, de forma lenta, pero insistente. Debería haber sacado el paraguas y guarecerse bajo la tela que recubría sus frías varillas de metal, pero su corazón necesitaba mojarse y, ya que no era capaz de hacerlo en sentido figurado, optó por el sentido literal. Al llegar a casa estaba empapada, pero no hizo ningún amago de desprenderse de su chorreante ropa. Simplemente cerró la puerta de la calle y caminó despacio hasta el salón, dejando a su paso un sucio reguero, nada adecuado para el cuidado y conservación del parquet. Se sentó en el sofá, cogió el mando y encendió la tele. Cambió innumerables veces de canal, sin encontrar lo que buscaba, mientras, debajo de ella, los cojines se esforzaban por absorber la incontrolable inundación de la que eran víctimas. Las vacuas y coloridas imágenes se sucedían a ritmo frenético frente a sus acuosas retinas. Un moscardón zumbaba junto al cristal de la ventana, tratando en vano de encontrar una salida, estrellándose una y otra vez contra el cristal cerrado. Irónicamente, sus frustrados intentos de huida la reconfortaron. Aunque él no lo supiera, era mejor así. Si lograra escapar existía una alta probabilidad de que muriera ahogado bajo la lluvia. Incapaces de soportar el peso del agua, inutilizadas, sus alas dejarían de funcionar en poco tiempo, provocando su irremediable y acelerada precipitación en el vacío o, lo que es peor, en un charco que para él sería tan profundo como el mar. Pero, ¿y si consiguiera refugiarse bajo la marquesina de autobús de la acera de enfrente? ¿Lograría llegar hasta ella antes de que fuera demasiado tarde? ¿La vería siquiera? En un repentino arrebato, se levantó y abrió ligeramente la ventana. El moscardón no tardó en encontrar la rendija que le permitiría salir al exterior y su molesto zumbido se perdió pronto en la lejanía de la lluviosa tarde. Nunca supo si el díptero insecto logró salvar su insignificante vida. La suya se extinguió lentamente, buscando esa rendija liberatoria que nadie jamás puso a su alcance o que ella no fue capaz de hallar.

4 comentarios:

Yeamon Kemp dijo...

Ya estoy más tranquilo.
:)

moonriver dijo...

¿Insinúas que mi estado normal es el de "cortavenas"? Indignada me hallo (la verdad siempre molesta). :P

Yeamon Kemp dijo...

"Yo no soy adulta ni quiero serlo" tampoco es el paradigma de la alegría (siento ser sincero, pero es lo que hay :D ). Pero tiene un deje de poema clásico.

Tu estado normal es más visceral y rabioso. A menudo descarnado. Y no es que uno sea mejor que otro, pero me llamó la atención el contraste.

Fin de la crítica.

moonriver dijo...

Totalmente de acuerdo con la crítica.

Cuando entrecomillé "alegre" era porque, en realidad, quería decir "amable".

En cualquier caso, como bien dices, lo uno no es mejor que lo otro. Todo depende de la persona, el momento y el lugar.