Cuento las heridas de mis brazos. Demasiados golpes. Sólo un tortazo. Hiervo agua para un té. A última hora, decido teñirla de café. Dormir sin ti no merece la pena. No descanso. Nunca sueño. Mejor permanecer despierta y escribir acerca de todo esto que me gustaría no sentir, de las caídas que sufrí, de los huesos fracturados que logré unir, de los cardenales amoratados que recopilé por ti. No malinterpretes lo que digo. Aunque no se vean las marcas, mis poros sangran.
Blog en el que buceo en universos paralelos distantes y distintos encerrados en el centro de un protón del núcleo del átomo de mi existencia.
domingo, 31 de marzo de 2013
sábado, 30 de marzo de 2013
Marzo (VI)
Hay noches en las que la lluvia duele y el viento escuece. Noches de escarcha y adioses, de ceniza y trombones, de lágrimas que se deslizan por los cristales de las ventanas y palabras de vidrio que se quiebran al rayar el alba. Noches en las que disparo flashes desde la azotea más alta del pueblo, sin importarme su corto alcance, porque no pretendo iluminar a nadie más que a mí misma, cruzando los dedos para que me encuentres y me salves de esta noche de lobos y ogros, de brujas y runas, de infinita negrura y honda espesura, de tambores sin sones y autodestructivas canciones, de recuerdos y olvidos, de fidelidad y traición, de rojos oscuros y columnas de humo. Esta noche sólo mi razón duerme. Yo trato de cerrar los ojos y fingir que no siento el helado tacto de la nada ni el rayo láser de tu mirada. Desde la seguridad que otorga la distancia, disparas, aciertas, me matas.
viernes, 29 de marzo de 2013
jueves, 28 de marzo de 2013
miércoles, 27 de marzo de 2013
martes, 26 de marzo de 2013
Marzo (V)
La luna está llena y mi corazón menguante. Cada latido bombea menos sangre. Aprieta mis manos azules, besa mis labios violáceos, acaricia mis mejillas exangües. Aúlla mi muerte al resplandor de la noche inerte. Seré fuerte. Aunque ya no estés dentro, mi cuerpo aún te retiene.
lunes, 25 de marzo de 2013
Las cenizas del volcán
El olor de las rosas podridas elimina la posibilidad de la huida. Desabrochas deprisa la camisa. Se enmudece la risa. Tres gemidos atascados entre los dientes hacen estallar la garganta, revientan la laringe y abrasan la faringe. Prenden las llamas alrededor de la cama. Se deslizan las sábanas hasta el suelo. Desnudo el colchón, arde el fuego sobre sus muelles de latón. Crujen los cuerpos encima del metal. El humo nos ciega ya. Respiramos las cenizas del volcán. Nos deslizamos sobre la lava de Pompeya y Herculano para derretirnos a las orillas del Mediterráneo. Navegamos hasta el Egeo y sumergimos en sus aguas las brasas del incendio para que no se consuma este amor fugaz de estrella errante. Dos gritos simultáneos ahogados en el fondo del mar hacen crepitar la hoguera y son el preludio del alud de nieve que sepultará al sudoroso mes de agosto que agostó todas nuestras fuerzas. Tu mano yace inerte al principio de mi vagina. Mi boca, cepo de tu barbilla, muerde tu barba de dos días. La quietud de la batalla perdida. El mañana se tiñe de grana. Cierro los ojos y sueño con una noche calma, lejos de tus escápulas. Tu índice se activa. No hay otra salida. Dos embestidas. Fundido en blanco. Soy súbdita de todos tus dedos, fiel vasalla de la presión de tus manos, sierva de la gleba de tu boca entre mis piernas horadando cavernas. El olor de las flores marchitas. Tú y yo consumidos. Dos cuerpos abolidos. Dos sexos unidos por un hilo de doble filo. El final de una era. Ya nada es como debiera.
sábado, 23 de marzo de 2013
jueves, 21 de marzo de 2013
miércoles, 20 de marzo de 2013
martes, 19 de marzo de 2013
lunes, 18 de marzo de 2013
Marzo (IV)
Un haz de luz alumbra tu espalda, convirtiéndote en la estrella polar de los pies de mi cama. Aprietas el interruptor y cierras la puerta del baño, volviendo a sumir en tinieblas nuestra existencia. Nunca se me dieron bien los polvos de madrugada, pero contigo es fácil palpar la noche y retrasar la aurora. No quiero volver a ver los mundanos contornos que nos rodean. Sólo quiero sentir tu respiración entre mis piernas y tu lengua en mis entrañas, saber que, por primera vez, no me he equivocado ni de tiempo ni de lugar, aunque todos opinen lo contrario. Recorrer esta carretera desierta sin extrañar la ausencia de vida. Que tu saliva calme mi sed. Que tus dientes se hinquen en mi piel. Rezar un puñado de rosarios para agradecer este milagro. Darnos cuenta de que Dios nos ha mirado y aprobado, porque yo salí de tu costado y tú eres un dibujo de su mano. Soñar con la fuerza del viento y la celeridad del tiempo, que anuncian la llegada de una primavera helada, desangelada, despoblada y desflorada. Saber que, aunque todo pasa, algo queda. Tus pestañas en mi almohada. Mis gemidos en tu mirada. Nuestro amor en la pantalla.
domingo, 17 de marzo de 2013
Marzo (III)
Tres hormigas zopas recorren mi espalda, mientras una mariquita coja se posa en el azul celeste de la media que envuelve mi rodilla. Huele a césped mojado y suelo enlodado. Sabe a agua apresada y almendros en flor. Palpo el asfalto mullido. Respiro. Suspiro. Me levanto del suelo con cuidado, lentamente, sin hacer ruido. No quisiera perder a ninguno de los miembros de mi ejército de insectos tullidos. Intento caminar lo más dignamente posible, como si aún hubiera un esqueleto que diera forma a mi piel, pero no es cierto. Aquel golpe pulverizó todos mis huesos. Lo que ves es sólo un envoltorio vacío y, por mucho que me esfuerce, sé que no tardaré en volver a desplomarme sobre el polvo del camino. Tres hormigas zopas me harán cosquillas en la espalda. Una mariquita coja acariciará el centro de mi pierna. No me rendiré mientras me sostenga el aliento de los más débiles.
sábado, 16 de marzo de 2013
Ratas (I)
Aunque no lo creas, te veré caer, incapaz de que tus desplumadas alas negras te alejen del suelo. Tratarás de arrastrar tu proyecto de cadáver hasta el hospital más próximo, pero yo pisaré tu cabeza de serpiente y machacaré la parte de tus tripas que aún no haya reventado como consecuencia del golpe. Sí, aunque no lo creas, acabaré contigo, no porque sea más lista que tú, sino porque he leído a Delibes y sé cómo se cazan las ratas.
jueves, 14 de marzo de 2013
Amanecer (I)
Una dentellada al alba no es suficiente para rasgar la aurora. Por eso no tiene sentido que madrugues. Aunque el sol se oculte entre las nubes, más tarde o más temprano, se hará de día, no lo dudes.
miércoles, 13 de marzo de 2013
martes, 12 de marzo de 2013
Marzo (II)
No quería romperte, pero dejé que te deslizaras hasta el suelo y te pulverizaste sobre el asfalto. Era tan hermoso ver cómo te escurrías entre mis dedos que no me paré a pensar en las consecuencias de mi inacción. Traté de encajar tus piezas, pero nunca tuve paciencia para armar un puzle. Abandoné tus pedazos sin denunciar tu desaparición, fingiendo que nunca habías existido. Habría sido fácil si tu fantasma no hubiera llamado a mi puerta de madrugada. Tu propósito de año nuevo era vengar tu muerte. El mío era volver a verte. Ambos cumplimos nuestro objetivo. El viento de marzo ya no parece tan frío.
lunes, 11 de marzo de 2013
domingo, 10 de marzo de 2013
Desconocidos que corren por el metro
A veces confundo tu cara con la cara de esos desconocidos que corren por el metro. Sé que es absurdo. Tú nunca corres, ni siquiera para evitar perder el último tren del día. Prefieres caminar despacio, contemplando pausadamente la aceleración del mundo. Dices que nada que vaya tan deprisa puede ser eterno. Por eso te paras y esperas a que la Gloria tropiece contigo. Por eso hace tanto tiempo que no nos vemos. Yo también corro demasiado. Ése es el motivo por el que confundo tu cara con la cara de esos desconocidos. Sus difuminados rasgos podrían ser los tuyos y, sin embargo, sé que no lo son. Debería pararme y esperar a que choques conmigo. Pero no tengo tiempo. No puedo dejar escapar este metro. El siguiente tardará cinco minutos. Acelero el paso y llego a tiempo. Me subo en un vagón atestado y, al cerrarse las puertas y arrancar, me parece ver tu cara en el último banco del andén. ¿Por qué no ralenticé el paso? Hay trenes que es mejor perder.
sábado, 9 de marzo de 2013
jueves, 7 de marzo de 2013
miércoles, 6 de marzo de 2013
Marzo (I)
Marzo es el mes de las flores muertas una semana después del día de los enamorados, el mes de las flores podridas que realizan chantaje emocional para no ser enterradas en el cubo de la basura, debajo de tres cáscaras de plátano y una cabeza de pescado con los ojos reventados. Marzo es el mes del viento que trae el olor a muerto y a destierro, ese destierro con el que sueñan las rosas que no son del desierto y los niños sin padre ni madre que los rieguen de besos y abrazos por las noches. Marzo es un mes más sombrío que frío, umbrío, lleno de hastío. Marzo es el mes en el que espero que se detenga este tiempo acelerado que no me concede ni un segundo para echar de menos el pasado. Marzo me muerde las entrañas y me arritmia el corazón. Marzo me duele, pero tú, no.
lunes, 4 de marzo de 2013
Nieve (III)
553,15 km nos separan. Casi el doble si no consigo trazar una perfecta línea recta. Parece una gran distancia, pero hace tres noches el abismo insalvable era mucho mayor. Me gustaría ser capaz de correr descalza para llegar hasta ti sin que me oyeras, pero la planta de mis pies es demasiado frágil para soportar el roce despiadado de la arena del camino. No, no sucumbiré a la tentación de buscarte en los troncos huecos de los árboles de la Selva Negra. Gastaré los últimos szlotis que me quedan y huiré hacia el Norte, en busca de luces boreales que tiñan de rosa mi existencia, huyendo de las risas de los cucos de los relojes que miden el tiempo que no pasaremos juntos, recitando con vehemencia los salmos suspendidos en el aire agitado por las campanas más vetustas de Praga. Lo siento, pero ahora eres parte de este Sur cuyo recuerdo me hiere a cada instante. Si alguna vez quieres encontrarme, llama al timbre de la verja que separa el Círculo Polar Ártico de ese mundo de amantes cuyos nombres no son capicúas. Si no quieres volver a verme, cuenta ovejas mientras duermes.
domingo, 3 de marzo de 2013
Harakiri
Ayer lo volví a hacer. Abrí de nuevo la caja de Pandora y descubrí que lo que quedaba dentro no era la esperanza, sino los rescoldos de un amor que nunca ha sido agua pasada. Contemplé una a una todas tus fotos y volví a sonreír de la misma manera en la que te sonreí a ti cada vez que me tapabas los ojos por la espalda y me susurrabas secretos de madrugada. Me torturé durante más de dos horas, como sólo los chinos son capaces de atormentar a sus enemigos. No sirvió de nada. Ni estoy en Japón ni tengo una espada.
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