martes, 11 de junio de 2013

Huracanes (I)

Hay huracanes que agitan mis entrañas, que cierran las puertas que me abren al mundo y esparcen las cenizas de los sueños que ardieron de madrugada. Sólo es viento. Sólo es viento. Sólo es aire que araña lágrimas a mis globos oculares. Sólo es tiempo que se escurre entre mis manos, que naufraga en el asfalto, que se convierte en polvo junto a mi cadáver. Dicen que cuando el sol muera todo habrá acabado, pero hoy hace frío en las montañas y calor bajo la tierra, todo sigue igual, aunque distinto. Nadie huele la carne putrefacta, los hongos que anidan en las vaginas más esquivas, la mierda que se adhiere bajo las uñas que escarban en el estiércol. Nadie sabe. Nadie quiere saber. Nadie pregunta ni contesta. Nadie respira. Nadie protesta. Tú también te sumas al desastre, porque es más fácil y atractivo, porque seduce y embruja, igual que un mago sin destino. Yo construyo cicatrices rascando la costra que envuelve las heridas provocadas por una aproximación más que excesiva. Hay voces que nos gritan y susurros que sólo incitan. Y aunque fuera otra quien salió de tu costado, sólo tus costillas son capaces de enjaularme de un bocado.

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