miércoles, 16 de junio de 2021

Apocalipsis (VIII)

Me quieren rota y yo, que tanta tendencia tengo a descomponerme en mil pedazos, me coso a cada amago de quiebra. No soy fuerte, sólo rencorosa. Permanecer entera es la única venganza al alcance de mi mano (también la que más les hiere). Vivir, no para matar, sino para que ellos mueran. Podría parecer lo mismo, pero no es posible que sea más distinto. Conseguir que el viento avive la llama, en lugar de apagarla, para que, cuando su dirección cambie, prenda el fuego y el incendio se expanda. Que el aguacero lave, pero no ahogue; que el sol germine la semilla sin agostar la tierra. Seguir caminando, por más que creas que no llegarás a tiempo, aunque ni siquiera sepas cuál es el destino que persiguen tus pies, siempre hacia delante, sin mirar atrás, cualquier cosa menos estatua de sal. Llorar cuando haya que hacerlo, pero sin aferrarte a las lágrimas, flotando en ellas, sabiendo que es posible sobrevivir a cualquier tipo de naufragio, menos a aquellos que nos inundan desde dentro. Emparedar el miedo, liberar el grito, desatar la fe en lo imposible, porque nosotros somos el milagro, aunque sólo los niños se atrevan a recordarlo.