sábado, 21 de marzo de 2020

Mapas (VI)

Hablo de ti. Finjo que ya no siento nada, pero no es cierto. Aún lo siento todo, aunque a veces se me olvide. Trazo mapas que no llevan a ningún lado, pero que esbozan tenuemente el infierno del que venimos. Se queman cada vez que los expongo al sol, como vampiros a los que el amanecer sorprende fuera de su ataúd. Caminos refulgentes de tinta y sangre, senderos quebrados, que nos abocan al abismo. Te niego cada amanecer que canta el gallo; pero, mientras agoniza el sol, tu sombra me abraza por la espalda hasta privarme de aliento, sembrando tinieblas sobre la soledad de mi cama, alumbrando insomnios, resquebrajando el tiempo. Recuerdo el preludio del final y también el presunto final de la agonía; pero la agonía no termina, sólo se difumina su intensidad. Habría sido hermoso, no lo que pudo haber sido, sino haber logrado aniquilar definitivamente la esperanza en esa puta remota posibilidad. Traté de hacerlo. Hundí el cuchillo en el centro del error, manó el llanto embravecido, desgarró la certeza de la ausencia, quebró el dolor cada uno de mis miedos, excepto aquéllos que te concernían. Somos un rosario de auroras abortadas, mil hectáreas de tierra inexplorada huérfana de conquistador, el cauce seco del río cuyo grito no bramó.

martes, 17 de marzo de 2020

Fines de semana

Comprábamos cervezas en los aeropuertos y nos las bebíamos los viernes por la noche, justo antes de quedarnos dormidos en el sofá. Madrugábamos los sábados, casi como si de un día entre semana se tratara. Hacíamos la compra y lamentábamos no tener un perro al que pasear. Comíamos con alguna pareja de amigos y ahogábamos la tarde entre gin tonics y panchitos. Follábamos al llegar a casa, de forma deslavazada y absurda, pero jodidamente real. Nos dormíamos mirándonos a los ojos, como estúpidos adolescentes que aún no han sido golpeados por el mundo. El domingo nos atrincherábamos en la cama hasta la hora de comer. No existía el mundo más allá de nuestras sábanas. Tú y yo, licuándonos bajo el sopor del edredón hasta que nuestras tripas rugían, reclamando algo de sustento. Y cocinábamos, como si aún tuviéramos todo el día por delante, como si el lunes no yaciera agazapado a la vuelta de la esquina. Y comíamos como bulímicos y reíamos como maníacos y naufragaba tu cuerpo en las mareas de mi vientre y crujía mi deseo entre tus dedos y moría la semana entre temblores y dormíamos como si jamás tuviésemos que volver a despertar. Ya no hay fines de semana, sólo días de diario y carne putrefacta por falta de lubricación. Ya no hay cervezas extranjeras, ni ojos de agua que traspasen mi oscuridad, sólo Riojas recomendados por enólogos e insomnios áridos como estepas soviéticas. Ya no queda nada, sólo recuerdos que acrecientan el vacío: tu sonrisa arrancando unas tenues patas de gallo a la comisura de tus párpados, el ámbar, los cuervos, la sangre.

lunes, 2 de marzo de 2020

Mutes

I pity us, I really do: the insanity of our language, its incapacity of naming anything that's really worth naming, its endless inaccuracies, its violent lack of hope. I look at you and wonder if you have ever felt the same way about me as I feel about you, but I can't ask you, because I really can't explain IT. So, I remain silent and let our future die away. When I reach the street, an Icelandic wind punches me like a young boxer eager for success. It aches, but it also comforts me. Madrid has never been as coldly dull as tonight. I walk and cry or cry and walk. I am no longer sure of the order of the factors. What was first? Your doubts or my fear? Does it really matter? The world is full of mutes, of people who cannot say what they truly mean, what they desperately need to explain, because their language fails and betrays them. We are two of those disabled people. Or maybe it's just me, but then the drama would be even greater. I arrive home and smell the death of the roses that the wrong guy gave me for Valentine's day. I should throw them away, but they fit my certainty that LOVE is rotten and so am I.