martes, 28 de diciembre de 2021

Tocarte

Me hundo en tus ojos de lodo, arenosamente movedizos, enfangados de adúltero deseo. Me recuerdan a esos otros ojos, más oscuros, desértico cañón americano, en el que el séptimo de caballería del destino me aniquiló cual indio empeñado en defender con flechas su existencia. No te quiero, pero podría hacerlo si terminara de inventarte, de atribuirte cualidades que ni tienes ni comprendes. Pero no, no es eso, es sólo el atractivo del error incorregible, la ensalivada boca del lobo, a punto de hincar el primer mordisco, ofreciéndose como piscina en la que refrescar mi hastío. Pero, ¿qué soy yo para ti? ¿La tentación irrealizable, una equivocación pasajera o la última reina de tu póker definitivo? No lo sé y poco me importa, mientras las yemas de mis dedos acarician la punta de la llama. Corre el alcohol más deprisa que las horas, se embotan los sentidos y la lengua se desata tanto como se traba. No sé cómo ni cuándo, pero parafraseamos a C. Tangana (¿Valiente o gallina? ¿La bolsa o la vida?... Follarte). Y desgastamos nuestras huellas dactilares de tanto usarlas. Y la noche muere sin tratar de adivinar qué traerá el día.