sábado, 2 de marzo de 2024

En llamas

Mi cuerpo es plastilina entre tus manos, dúctil material que se metamorfosea al compás del deseo de tus dedos, carne blanda, rico misterio. Me convierto en todo aquello que tú concibes que puedo llegar a ser, pero ¿quién soy cuando me sueltas y tu ausencia endurece mis contornos? Me sueño a través de tus ojos; por eso, cuando cierras los párpados, oscureces toda mi existencia. Te necesito despierto, arquitecto de mis valles y montañas, agrimensor de cada centímetro de mi piel. Sí, lo sé, no se puede dimensionar algo que no tiene límites: este interminable latido, que tan pronto se expande como que se contrae, el quedo quejido de mis huérfanas entrañas, el tibio crujido de mis caderas bajo el peso de tu empuje. Sálvame, de la Nada que combatían Sebastian y Atreyu, de los hombres grises que pretendían asfixiar a Momo, de los ogros y los trasgos que no retrató Ende. Dibújame en el lienzo de tus labios, de un solo trazo a mano alzada, tan instintivamente como predicaban los fauvistas, pero con la frágil belleza que sólo supieron alcanzar los pintores románticos. Materialízame una vez más. Dame un punto de partida, unos cimientos firmes que sostengan el armazón de hierro que convertiré en esqueleto de mi nuevo yo y, luego, déjame ir. Permíteme olvidar todos mis condicionantes: el olor de tu ingle en contacto con mi boca, el murmullo de tu saliva desinfectando mi piel, mi imagen amplificada en tu retina. Necesito ser alguien distinto, interpretar un nuevo personaje, mudar de piel, desnudarme ante el espejo, entender al demonio que se refugia bajo esta superficie de alabastro, crear espacio para que crezca y asuma el control, ayudarle a prender la hoguera, diluirme entre sus llamas, entregarme a él en lugar de a ti, alumbrar sus hijos, fagocitar la culpa, saberme libre y restaurada, mariposa incandescente, fuego primigenio que nunca se apaga. Yo, la salamandra. Tú, la chispa que provoca el incendio. Nuestra historia, las cenizas que se diseminan al primer soplo de viento.

lunes, 29 de enero de 2024

Todo lo que digo sin decir nada

Me da miedo. El poder de mis palabras. La avalancha de sentimientos provocada por su reverberación. Los puentes que tienden entre los corazones-isla. El bumerán de su trayectoria. La desconfianza en tus ojos. La niebla en mi pecho. Todo el dolor que exudan mis metáforas. La máscara que vela, sin ocultar plenamente, mis más recónditos secretos. O, quizá no es miedo, sino respeto, infantil deseo de evitar la asunción de la responsabilidad de los huracanes provocados por el aleteo de mariposa de mis letras, ésas que siempre ordeno en sentido inverso al que dicta la lógica. Lo que escribo me condena y me salva a partes iguales y aún no sé cómo aceptar el hecho de que no hay cielo sin infierno. Esta verdad que ahora te expongo se ancla con saña a las paredes de mi estómago y yo, incapaz de digerirla, la vomito de muy diferentes formas. La mayor parte de ellas no las entiendo y esta incomprensión sólo acrecienta mi deseo de amordazarlas, de seccionar sus cuerdas vocales y colmar sus fauces de tierra para evitar que puedan rozar los tímpanos ajenos. Pero sé que tú siempre las has oído en cada una de mis miradas, que por eso te alejaste de mi lado, liberando mi lengua y mis dedos del cepo de tu amor, ayudándome a ser YO. Me dan miedo. Mis silencios de cristal. El compulsivo instinto que me incita a quebrar el vidrio de la ventana que separa nuestros mundos. El bruxismo tratando de contener el dique. Las huellas dactilares esposadas. El folio en blanco. La pantalla plagada de mentiras. La tinta camaleónica. El disfraz que me revela en contra de mi voluntad. O puede que no sea miedo, sino la angustia de saber que resulta indiferente gritar o callar, pues ambas acciones hablan de nosotros de una forma en la que nosotros mismos jamás seríamos capaces de explicar.

martes, 23 de enero de 2024

Hechizos (I)

Quería borrarte de mi vida. Volver al instante en el que decidí que tú podías ser la solución a todos mis problemas, en lugar del epicentro del desastre. Gritarme fuerte: ¡No es Él! Pero yo quería que lo fueras, que en la tierra yerma prendiera la chispa y nuestros cuerpos se hicieran hoguera. Sólo mis palabras ardieron, entre tu miedo y el mío, silencios de fuego, tu enfado, mi enredo. Y, entonces, fuiste tú quien me suprimió de su existencia. Te odié por ello, sin darme cuenta del favor que me brindabas, siendo lo suficientemente idiota como para confundir el regalo con el daño. Quise vengarme, amputarte de mi recuerdo antes de que tú terminaras de exorcizarme del tuyo. No supe hacerlo. Aún hoy, mi carne recuerda el sabor de tu ausencia. Traté de encajar el espejismo en otros contornos menos nítidos que la certeza de tu imposibilidad. La sombra de la felicidad me perseguía, pero yo corría más que ella. Dinamité puentes. Perdí guerras. Rechacé armisticios. Todos los personajes que inventaba acababan volándose la tapa de los sesos; hasta que, al final, sólo quedé yo, frente a frente conmigo misma y lo que vi era tan cierto que ya no pude mirar hacia otro lado. También a Él le pasará lo mismo y te dará las gracias, convencido de que el universo te puso en mi camino para conducirme al abrigo de su abrazo. Pero no es cierto. Fui yo quien te eligió como guía de mi descenso a los infiernos. También fui yo quien no te borró hasta estar segura de ser capaz de abrirme las venas sin el escalpelo de todo lo que nunca llegamos a ser. Y ahora que el momento de cortar el cordón umbilical ha llegado, te pido perdón, por no saber soltarte antes de que la primera luna llena aullara sus hechizos en mis labios. Nunca se me dio bien sustraerme a sus designios.

lunes, 22 de enero de 2024

Brujas (III)

De bruja a bruja: ¿en cuántos aquelarres has acabado entregando tu alma a Dios creyendo que se la vendías al mismísimo diablo?

sábado, 11 de noviembre de 2023

Epilepsia (I)

Nada acaba. Todo vuelve. A veces, con mucha más fuerza de la que se fue. El parpadeo de un amanecer preñado de posibilidades, el ardor de un mediodía dilatado de hartazgo, el ocaso de un atardecer que se diluye en el infinito. Suturo heridas, sabiendo que el hilo no podrá contener eternamente la sangre que amenaza con desgarrar la carne nuevamente. El amor y el odio golpeando desde dentro. La indecisión siempre titilando entre los labios. Cierro con llave puertas que se abren a la menor ráfaga de viento. El destino me viola de dentro a afuera y, luego, en sentido contrario. Lanzo conjuros que, en lugar de ahuyentarlo, avivan el huracán y, entonces, vuelo, por encima del miedo y el deseo, alto, tan alto que no distingo si hay o no red que proteja mi caída. Ya no hay vértigo, sólo nostalgia de los tiempos de ignorancia, de la paz inherente a la ceguera, de la culpa como coartada de la inacción. Es ésta una convulsión constante que contorsiona mi cuerpo desde la punta de mis pies hasta la última brizna de pelo de mi cabeza, amenazando con guillotinar mi lengua de un bocado, sin destello inicial que premonice su llegada. Y, en medio del ataque, nos veo, todos los futuros abortados, el pasado enquistado en neuronas terminales, este presente ansioso, empeñado en vendernos espejismos, peligros que sólo nacerán si creemos en ellos, trompetas apocalípticas y profecías de cieno. Nada acaba. Todo vuelve. A veces, con mucha más fuerza de la que se fue. La infantil risa que enlaza la carne de los nuevos amantes, el firme abrazo de la luz del faro que nos alumbra en la tormenta, el maduro adiós de quien acepta el final sin tratar de dilatarlo, TÚ.

viernes, 3 de noviembre de 2023

En el filo

El filo del cuchillo es tan auténtico como la sangre que brota de tu garganta. Ambos te asustan: el arma y la vida que se escapa. Niegas la violencia que anida en tus palabras; pero sabes que has matado en existencias anteriores, que podrías volver a hacerlo en ésta, tanto en sentido literal como figurado, porque la destrucción es hermosa y requisito sine qua non para construir algo. La mayor parte del tiempo, tú eres tu propia víctima; pero hay momentos en los que no te bastas y decides devastar a otras personas, incautos cegados por el sol que se oculta tras tus lunas. Pero tú eres noche, negro misterio, tierra de cráteres y océanos de hielo. Y ellos se queman en el glaciar de la distancia constante que media entre sus expectativas y tus necesidades. Tratan de convencerte de que tú eres el problema, pero no es cierto. Tú sólo interpretas los deseos del viento, tu carne erizada por la fuerza del huracán que palpita en el centro de tu universo más secreto. Lo has intentado. Cerrar los ojos y reprimir la náusea. No funciona. El vómito siempre termina derramándose entre tus dientes, salpicándolo todo de ácido. Deja de reprimir la arcada. Sólo la bilis puede redimir el pecado original de los amos del mundo, de los demonios que tratan de controlar tus sentimientos y limitar tus movimientos. Pero tú eres libre a tu pesar, aleteo de mariposa que dinamitará el mundo (que no fueras capaz de salvarlo no implica que estés condenada a perpetuar la derrota de los pobres). Si todos tus dioses se ahogan en vino puedes convertirte en adoradora de la vid o en etílico verso sin dueño. Reclama tu lugar en el sueño, antes de que quien te imaginó despierte. ¿Qué te asusta más? ¿Ser tu propia autora o una más de sus múltiples pesadillas? Te miras al espejo y te das cuenta de que, cuanto más te piensas, menos existes y, al mismo tiempo, confías en que él acabe transmutándote en metáfora perfecta o, mejor aún, en poema inacabado que trascienda todo olvido. Todas tus verdades gravitan en el filo del abismo. Por eso siempre se te ha dado tan bien hacer equilibrismos.

sábado, 7 de octubre de 2023

El dolor

El dolor ataca cuando se siente atacado, te apuñala cuando tratas de extirparlo, si intentas silenciarlo, te retuerce las entrañas hasta arrancarte el grito. Lo único que puedes hacer para combatirlo es aceptarlo, no resistir su embate, entregarte a él hasta que, creyéndose vencedor del duelo, relaje la saña con la que se ancla a tu carne. He tardado mucho en entenderlo; toda mi vida, para ser más exactos. Por eso pasé años llorando ríos de sangre a la orilla de tu ausencia, mi pena transmutada en vino deseoso de abrirse paso entre tus labios, sin Jesucristo capaz de convertirme de nuevo en agua. Aunque, llegados a este punto, supongo que debería pedirte perdón por ser incapaz de mostrarme ante ti sin el parapeto de una metáfora imperfecta; pero es que, si te soy sincera, tú nunca me has importado ni la millonésima parte de lo que (d)escribo. ¿Mentía antes o lo hago ahora?, te preguntarás, con toda la razón del mundo. Acepta mi consejo: no te fíes nunca de una escritora; especialmente, si finge no serlo. Las palabras siempre engañan, provocan guerras, rompen amistades, pulverizan corazones incautos. Saberlo no previene el daño, pero hace su digestión menos pesada. ¿Cuántas veces regurgitaremos el error antes de que sea capaz de absorberlo el intestino? Mírame bien: soy la mujer que danza desnuda bajo la luna, pero también la beata que ora afligida en el primer banco de la iglesia colmada de fieles. La verdad es el puente que une todas nuestras contradicciones. Recórrelo de punta a punta, una y mil veces, hasta que el suelo se abra bajo tus pies y el abismo te engulla de un bocado. Encuéntrame allí, entre restos de ilusión y brumas, esqueleto en ruinas, fantasma de carne y hueso que atormenta tus sueños. Yo soy el dolor y mi fuerza reside en tu negación.

jueves, 31 de agosto de 2023

B.

Hay ciudades que me persiguen, calles que se adhirieron a mi corazón adolescente y que, más de dos décadas después, abrazaron todos mis desastres. Escribo recurrentemente sobre una de ellas y, de vez en cuando, su fantasma me tiende una emboscada desde la pantalla grande. No, nunca es B., pero siempre se le parece tanto... El corazón se me acelera, se constriñe mi respiración y toda yo tiemblo, como hoja zarandeada por el viento, como mujer ante el hombre que supo desentrañar los secretos más oscuros de su cuerpo. Trato de convencerme de que no es B., sé que no lo es; pero, al mismo tiempo, necesito creer que sí, volver por un instante a su reumático muelle, a su feria cenicienta, a sus gaviotas roncas de anunciar a los incautos la falibilidad de Zoltar. B. es casa, pero también la prisión que encierra mi destino, oráculo de Delfos que me dejó entrever lo que me aguardaba a la vuelta de la esquina, velando todo aquello que aún no estaba preparada para aceptar. Pude escuchar allí la llamada de la lira, sentir sobre mis hombros el reconfortante manto de tristeza que siempre ha coronado mi existencia y el abrazo violento de la soledad inquilina perenne de mi corazón; pero sólo intuí la proximidad del Holocausto que zarandearía mi micro y macro cosmos desde el estreno de esta nueva década plagada de doses. Soy el fruto de la devastación de mi existencia, el cadáver andante que se niega a exhalar su último aliento, la cabeza cercenada que no termina de desprenderse de su cuello. Soy la sangre que tiñe la nieve, el grito que reverbera en las paredes de la caverna de Platón, la lengua deshidratada que lame sedienta la arena del desierto. Soy todo esto que nunca vi antes de tiempo, pero que reconocí en cuanto lo tuve frente a mí, por más que tratara de negarlo ante los otros. Mírame, ahora que por fin estoy desnuda. ¿Me ves o sólo atisbas mis contornos? Me habría gustado ser barro maleable entre tus manos y no este bloque de mármol condenado a convertirse en Dafne a golpes de cincel de mi Bernini...

jueves, 20 de julio de 2023

KO3

Entrégate al caos. Baila un vals entre sus brazos. Cierra los ojos. Respira. La muerte y la vida. Cada palabra y cada silencio. Sus sonrisas de esparto. Tu llanto de amianto. No trates de entenderlo. Sólo, siéntelo. Tu corazón es el centro del universo, pero también cinturón de estrellas de su borde más lejano. En medio, el agujero negro que amenaza con engullirlo todo. Sortéalo. No dejes que te atrape entre sus fauces. Pero, si lo hace, no te resistas. Dilúyete en él hasta que sea imposible determinar quién ha absorbido a quién. No, Milena Busquets se equivoca. Todo esto no pasará. Sólo volverá con otra forma. También tú. Negarlo lo hará más evidente. Es hora de salir del escondite. De quitarnos la máscara y exorcizar el maquillaje. De ser sin ver, hasta que todos crean. Gira sobre tus pies y entre sus dedos. No dejes que el viento enhebre tus desvelos. Eres el polvo que cruje bajo la suela de tus botas, pero también la nube que siembra su sombra sobre el ardiente barro de tu cuerpo. Moldéate a tu imagen y semejanza y, luego, destrúyete; pues sólo tu fin alberga tu principio.

miércoles, 31 de mayo de 2023

Profecías (I)

Volverá la noche y con ella el ulular del viento, los murciélagos del miedo, el lento descenso hacia el infierno. Pero, esta vez, será distinto: no me resistiré a beber el veneno, porque sé que el mismo forma parte de mí y que, en vez de matarme, apagará mi sed. Sí, hay alquitrán en lugar de sangre fluyendo por mis venas, pero se lo he negado tantas veces a los demás, que estuve a punto de creérmelo yo misma. ¿Cómo recuperar el centro cuando el mismo se halla a tantos metros bajo tierra? Era hermoso idolatrar el espejismo, mantener mis entrañas dentro del abdomen, no sentir el maremoto bajo mis pies. Pero este año es impar y el próximo bisiesto y mi cuerpo será desmembrado en el potro de tortura del invierno más negro.