jueves, 12 de septiembre de 2013

Tormentas (IV)

Los cristales del aeropuerto están sucios. Al otro lado, dos aviones recorren la pista de despegue, prestos a abandonar el suelo. A ti también te falta poco para hallarte entre las nubes. Normalmente te gusta elevarte hasta superiores capas de la atmósfera, pero hoy necesitas anclarte a la tierra, fundirte en el frío de las baldosas de esta sala de espera, atestada de desconocidos que no te importan, que no te queman ni te escuecen. Dicen que esta noche habrá tormenta, pero eso será aquí, no allí donde vas. Las desigualdades climáticas son injustas, que unos puedan tostarse al sol mientras otros se calan bajo la lluvia, tratando de esquivar el alcance de los rayos... ¡Qué más da! ¿Acaso la igualdad en la desgracia resulta más deseable? ¿Es realmente la lluvia una maldición? Un exceso de luz abrasa y provoca cáncer de piel. El agua limpia, salvo que se trate de lluvia ácida. Observas los renglones que rasgan el inmaculado blanco de los folios sobre tu regazo. Parecen torcidos o puede que seas tú la que no está derecha.

1 comentario:

Yeamon Kemp dijo...

El clima es justo. Dios es el despiadado.