domingo, 29 de marzo de 2015

La Borriquilla


Brilla el sol sobre la masa enfervorecida. Vuelan los vítores. Retumban los aplausos. Desfilan las alabanzas y frases de agradecimiento. Todos dicen querer ser liberados de la opresión, pero, cuando la libertad llame a la puerta, se aferrarán con fuerza a la mano del tirano. Son sólo niños con miedo de caer y destrozarse las rodillas, presos felices tras las rejas de su celda, condenados a muerte que caminan voluntariamente hacia el cadalso. El Salvador sabe que su gloria es efímera, que quienes ahora lo ansían no tardarán en pedir su cabeza cuando la amenaza de la liberación comience a materializarse en algo tangible. Son sólo asnos que rebuznan palabras que no entienden, burros que desean cambiar la carga que transportan, pero que no quieren renunciar al peso de la esclavitud, bestias que se creen especiales cuando reciben un mayor número de latigazos que sus compañeras de redil. Él lo sabe, pero no le importa. Sólo quiere sembrar la semilla del inconformismo en el corazón de los más pequeños, de aquéllos que aún no han aprendido que son animales que deben obedecer las órdenes de los capataces. Algún día germinará y dará sus frutos. En ti. En mí. Quizás en ellos. El mundo avanza sobre el recuerdo de los mártires.

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