lunes, 15 de agosto de 2016

Jano

Es lo mejor. También lo peor. Tanto ruido para tan pocas nueces... Las decisiones no se toman, sino que ellas nos toman a nosotros. Caerán las hojas, soplará el viento, pero tú y yo seguiremos en el mismo lugar que en el principio del principio, esperando a que todo cambie, sin darnos cuenta de que, aunque no se hayan modificado las circunstancias, sí que lo han hecho nuestros sentimientos. Tú vuelves a ella, yo vuelvo a encerrarme en mí. La madriguera siempre es más segura que el campo abierto, también más asfixiante y oscura, pero no importa, sólo hay que aprender a ver en la penumbra y a decantar el oxígeno del dióxido de carbono. ¿Qué sería de nosotros si no existieran las metáforas? ¿Cómo podría yo mirarte a los ojos, abrir la boca y vomitar palabras desnudas de artificios? ¿Cómo podrías tú escucharlas sin que reventasen tus oídos? ¿Cómo decirte que no sé si quiero, si alguna vez quise, si querré en un futuro? ¿Cómo entenderías tú que algo puede a la vez ser y no ser el objeto y su reflejo en el espejo? A veces, los motivos más equivocados son los únicos que pueden conducirnos a una solución acertada. O puede que no y ésta sea sólo otra cortante faceta del más insoluble de todos los enigmas que nos corroen las entrañas.

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