martes, 18 de septiembre de 2018

Morder la manzana

El amor no es ciego, sino aleatoriamente irracional, un Tauro cabezota que siempre ve, pero, a veces, niega lo que ha visto, no sólo a los demás, sino, especialmente, a sí mismo. Y, sin embargo, hay quien no niega la evidencia, por más que desconozca las sinrazones que provocaron el cataclismo. Hoy parecías cansado; el azul de tus ojos, nublado de gris; sonrisa sin marco y tres nuevos surcos en el vinilo de tu atribulada frente. Te contemplé, como si de un cuadro de El Bosco te trataras, intentando desentrañar todos tus mensajes ocultos, la lucha entre el bien y el mal, el sexo depravado que inunda el sueño de la doncella que amansa al unicornio, tapiz anónimo que disfraza la puerta a la más secreta de todas tus estancias. Y, de repente, supe que eras TÚ, que siempre lo serías, aunque nunca llegues a serlo realmente y que ése, y no otro, es el precio a pagar por morder la manzana, por dejar que la venda se escurra de los ojos, desnudando la miseria, sin que ninguna hoja de parra sea suficiente para tapar nuestra vergüenza.

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