sábado, 5 de abril de 2025

El cuerpo

El cuerpo manda. Sabe lo que le conviene y lo que no. Se tensa ante la amenaza de aquello que lo desgarra desde dentro y se ablanda con la proximidad de todo lo que ansía. El cuerpo tiene razones que la razón no entiende. La carne SABE. El tacto recuerda. Tu mano se ancla a mi brazo porque ambos se pertenecen desde tiempos tan pretéritos como inciertos. Mis labios beben el sudor que exuda tu cuello porque no hay otro líquido capaz de saciar su sed hambrienta. El mundo no se da cuenta, pero cada vez que te me acercas pierdo e, inmediatamente después, recupero mi eje. Eres astro y satélite de mi infinito universo de imposibilidades, agujero negro que fagocita todo aquello en lo que yo creía que creía. ¿Nunca has soñado con los ojos abiertos? ¿Por qué desconfías de tales imágenes? LA VERDAD habita en las pupilas, no en el interior de los párpados. Por eso pestañeamos tanto. Necesitamos desdibujar el cuadro para continuar navegando en la mentira. Pero el cuerpo tiene razones que la razón no entiende y, cuando nos grita, atisbamos por un segundo la nitidez de la realidad que hemos tratado de ocultarnos y ese cristalino espectro nos perseguirá con saña hasta el día en que, por fin, VIVAMOS.

martes, 1 de abril de 2025

10 días

Hay una fecha que me persigue, una fecha que no sé si es profética o nigromante, una fecha clavada como lanza en mi costado, una fecha que me desgarra, sin que hasta ayer fuera consciente de que lo hacía. "10 días y 11 años nos separan" estuve a punto de escribir un día, pero no quise asumir la posibilidad de que pudieras llegar a leerlo y pedirme explicaciones. Ahora es distinto, porque ahora entiendo que nunca he hablado de ti, ni siquiera de nosotros, sino de mí. El problema es que esa fecha ya no es Tuya sino Suya, aunque no sepa aún el abismo de años que separa nuestras existencias. Así que no puedo escribir lo que debiera y he de conformarme con los días que median entre su alumbramiento y mi nacimiento. Todo lo demás es bruma o, tal vez, rocío de primera hora de la mañana. Todo lo que no entiendo, pero que intuyo de manera meridianamente clara, acabará por dinamitarme en mil pedazos; pero ya no me importa, porque sé que morir es la única forma de aprender a resucitar. Tú (antes, Él) también lo adivinaste y por eso te dejaste arrastrar por la corriente, hasta ahogarte en las aguas de la desesperación. Creías que deberías haber luchado por salvarte, pero rendirte era en realidad la única opción de preservarte. Lo sé bien. ¿Quién no depone las armas para evitar la aniquilación de lo que ama? No es cobardía, sino necesidad y no hay nadie más valiente que el que antepone lo que necesita a lo que quiere. No me hagas caso. Yo sólo sé que no sé nada e incluso de eso dudo. También sé que marzo se acaba, aunque pronto continuará esa lluvia que me ahoga, sin lavarme de pecados y miedos, de inseguridades y recelos. Sé que la fecha se acerca y que, cuando parezca que nada ocurre, será justo cuando todo esté pasando. Sé que lo extraordinario habita en lo cotidiano y que sólo el asombro puede protegernos del olvido de todo lo importante. Sé que ninguno de los Dos podrá salvarme; pero, como dije una vez (o, al menos, pensé decir), yo sólo quiero alguien que camine conmigo hasta el cadalso. Sé que no sabes cómo hacerlo, pero algún día aprenderás a avanzar a tientas y dejarás de estar encandilado por mi luz para pasar a enamorarte de mi oscuridad. Sé que nunca he sabido de qué hablo cuando escribo; pero que, en algún momento, todo esto adquirirá sentido. Sé que seguiré escribiendo de Él (antes, Tú) porque lo que no ocurrió fue mucho más hermoso que aquello que podría haber pasado. Y sé que ahora que he comenzado a escribir de Ti (antes, Él), de alguna forma, estoy aniquilando la improbable posibilidad de que algo suceda. También sé que poco importa, porque nada de lo que realmente ocurre ha tenido alguna vez algo que ver con la voluntad de sus actores.