martes, 8 de junio de 2010

Pilar

Pilar yace en el sofá, anestesiada por el segundo programa del corazón de la tarde. No tiene nada que hacer o, mejor dicho, no tiene nada mejor que hacer que permanecer pasivamente frente al televisor. Un par de horas más tarde irá al Burger con sus amigos, se zampará un menú Big King y se tomarán unos litros en el parque más cercano, antes de volver a casa y dormir hasta el mediodía. Es lo bueno del verano. No existe ninguna necesidad de madrugar ni hay que aguantar las quejas paternas por la falta de estudio. ¿Estudiar? ¿Para qué? Si dominas mínimamente el arte de copiar y no te importa ir a alguna que otra recuperación puedes sacarte el curso sin necesidad de abrir ni un solo libro por las tardes. Maravillas de la E.S.O. Los minutos transcurren sin prisa, pero sin pausa y, antes de que Pilar se dé cuenta, comienza el telediario nocturno. Rápidamente, Pilar pega un brinco, agarra el mando a distancia y cambia de canal. Las noticias la deprimen. Además, sabe perfectamente que el mundo es un asco. No necesita que nadie le detalle los horrores de las guerras, asesinatos, robos, violaciones y demás miserias que la rodean, por no hablar de la crisis económica. Puto capitalismo de mierda. Si es que los fachas y su avaricia sin límites van a acabar con los proletarios como su familia. Después de un rápido zapping decide apagar el televisor y poner la radio. La música la ayuda a evadirse de los problemas. Suena Alejandro Sanz y, después, Shakira, Bisbal, El Canto del Loco, Beyoncé, Britney Spears, ¿Conchita? Demasiado triste, así que apaga la radio y se arregla para salir. Ducha, tejanos prietos, camiseta ajustada y pinturas de guerra (nada demasiado exagerado, que sólo es martes). Burger y varias litronas de cerveza compartidas con sus compañeros de batallas libradas a la luz de la luna. Ponerse al día de los últimos cotilleos del insti, criticar la incomprensión y obsolescencia paternas y cagarse en los capitalistas que los oprimen y que les impedirán hacerse ricos. Pero ellos no son, ni han sido, ni serán nunca los estudiantes revolucionarios de mayo del 68. Son sólo ovejas adormecidas que balan la canción que los que manejan los hilos les han enseñado. Se creen libres e independientes, rebeldes con causa y poseedores de la verdad más absoluta. No se dan cuenta de que repiten frases hechas y lugares comunes, que bailan al son marcado por la sociedad y que nunca se alzarán para protestar por nada que los de arriba no quieran que protesten. Participarán en manifestaciones programadas, desenterrarán los mismos muertos de siempre, creerán conocer la historia más reciente desconociéndola completamente, oirán la música más light y verán el cine más superficial, sepultarán cualquier pensamiento o sentimiento discordante y asesinarán cualquier iniciativa propia o singular. Serán manejables e ignorantes y nunca leerán a Kafka, ni a Wilde, ni a Salinger, ni a nadie que pueda enseñarles a pensar. Malgastarán sus días y sus noches en entretenimientos vanos y superfluos, construyendo existencias prescindibles y aborrecibles. Pero, al llegar a casa, Pilar pensará que ha vivido un gran día; porque Raúl, por fin, le ha dicho que está por ella, se han besado y han quedado al día siguiente. Sí, ha sido un gran día y Pilar se acuesta sonriente, flotando en la neblina alcohólica que inunda su estómago, ajena al vacío que le crece dentro, inconsciente de la desintegración de su alma y de la pérdida de su individualidad.

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