miércoles, 2 de marzo de 2011

Funambulistas y escapistas

El equilibrio no existe. Tú lo rompiste. La balanza se desequilibró del lado de tu colchón, cediendo a los impulsos más carnales y los sentimientos más banales. Te fuiste y me quedé mirando al blanco del techo. Se me clavaron mil alfileres en el pecho y no supe reconstruir los hechos. Fue una noche sin reproches y medio día sin guía ni vigía. Nadie dio la voz de alarma. Todo me pilló desprevenida y, por ende, algo desvalida. Respiración entrecortada. Ansiedad acumulada. Taquicardia desbocada. Se me escapa el alma. Se desintegra la calma. Invidente doliente que palpa la vacuidad del aire abandonado por tu cuerpo, espeso de silencios, ligero de alegrías y pesado de arpías. El equilibrio no existe. Tú lo rompiste. Funambulista despeñada dibuja la silueta de su cadáver en el centro de la pista del circo más ambulante de esta parte de la tierra. Escapista consumado se ahoga en el tanque mal cerrado por la ayudante inexperta incapaz de dibujar la O con un canuto. Balada triste de trompeta, casi huérfana de Goyas, que celebra en estéreo la muerte de los inmortales y la resurrección de los mortales. Hoy se acaba antes de empezar. Mañana habrá otro cataclismo nuclear.

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