lunes, 21 de mayo de 2012

Un país en fase terminal

Encaja las piezas del rompecabezas. Destruye. Construye. Rehúye las noches de hule. Tapa la caja de Pandora. No dejes que lo que escapó pueda volver a entrar. Necesitamos que se marchite la esperanza sofrita en mil toneladas de la soledad más invernal. Ningún mal la volverá a acompañar. Desiste de intentar encontrar arreglo a lo que no se puede ni se podrá arreglar. Hay que derribar los cimientos y contemplar el polvo que levanta la caída del rascacielos que erigieron los burgueses de la revolución industrial. No hablo de capitalismo en crisis, ni de la burbuja inmobiliaria que explota a los que no la hicieron explotar. No hablo de hipotecas sin pagar, ni de los recortes en educación y en sanidad. No hablo de un país en fase terminal, ni de una Unión Europea que se quiere disgregar. No hablo de lo que el telediario no se atreve a destapar ni a analizar. No hablo de la realeza a la que habría que encarcelar, ni de los regalos y el dinero que los políticos no deberían aceptar. Sólo hablo de dos cuerpos imantados que se buscan sin cesar sin que se puedan encontrar. Sólo hablo de un alma partida por la mitad. Sólo hablo de la condena de una sociedad y de la sentencia de un destino fatal. Sólo hablo de una rebelión que no me atrevo a liderar. Sólo hablo del sacrificio de Abraham y de la hemorragia en el altar. Sólo hablo de una cruz imposible de transportar y de una carga que no se puede soportar. Sólo hablo del estigma que no supimos maquillar y del viento helado que no pudimos calentar. Sella el sobre, quema la carta y nunca pronuncies las palabras que tratamos, sin éxito, de codificar.

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