lunes, 12 de noviembre de 2012

Un recién nacido que rompe a llorar, un moribundo clamando piedad

Mareada y agotada. Insomne suicida pendiente del borde de la cama. Saltar y morir. Dormir, soñar, vivir. No es tan fácil decidir. No todo depende de mí. Tampoco de ti. La luz de la mañana penetra entre las lamas de las persianas. No es el principio, tampoco el final, pero sigue costando respirar, igual que a un recién nacido que rompe a llorar, lo mismo que a un moribundo clamando piedad. Cierro los ojos y vuelvo a mirar. Si los abro no funcionará. Sólo las imágenes de detrás de mis párpados me pueden importar. Todo lo demás son sombras que nos quieren engañar, ilusiones equívocas que se desvanecerán antes de que nosotros las podamos apresar. Tu boca sobre otra boca es la losa que me aplastará. Ya no sé qué es mentira y qué verdad. Si sueño contigo es porque no me amarás. Deseos ocultos que no se harán realidad. Lava mis manos con lágrimas de mar. Abanica mis párpados con suspiros de sal. Construye castillos de barro en el arenal. Algún noble cangrejo los habitará. Otra vez vuelvo a delirar con noches de verano sin edad. Es la fiebre del oro que vuelve a atacar. La mina es el sol y tus ojos el pico que desbasta la piedra.

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