jueves, 26 de diciembre de 2013

Hambre (III)

Poco a poco me alejo, no porque no os quiera, sino porque no soy como vosotros, que soñáis con joyas y pisos, con bodas y niños, con trabajos de sueldos millonarios y contratos blindados, que defendéis dogmas equivocados y atacáis a los más arriesgados, a los que se jugaron el todo por el todo y ganaron, a los que no son como vosotros, a mí, a ellos, también a ellos, a los únicos que entienden lo que pasa, a los que, sin matar a nadie, se salvan. Me miráis, como si yo fuera la culpable, como si en mis manos radicara el origen del hambre, de ese hambre que nunca ha carcomido vuestras entrañas, por mucho que haya horadado vuestro cerebro, porque no es hambre de comida, tampoco de sed ni de justicia, ni siquiera ese hambre que acalambra mi estómago y ahuyenta mi sueño. La vuestra es un hambre bien distinta, feroz, canina, dañina. Pero no lo veis, me hacéis creer que soy yo la que desequilibra la balanza, la que se alimenta sin producir nada. Es cierto. Soy yo quien rompe el equilibrio, yo como parte de esos otros ellos, también distintos, también ambiguos, también conspicuos. Nosotros, que gastamos el dinero que no nos llueve del cielo en palabras, imágenes e ideas, porque no queremos mancharnos las manos con la sangre que han derramado vuestras piedras. Nosotros, que no nos arrastramos sobre el vientre, porque lo que queremos es desgastar las suelas de nuestros zapatos hasta acabar ensuciando nuestros pies, quedando inmaculado nuestro orgullo. Nosotros, que no tenemos hombro por encima del que mirar a nadie ni escalera o podio que nos separe del resto de los mortales. Nosotros, que moriremos intentando restaurar el Paraíso, sin que nos importe no poder disfrutar del mismo, porque sabemos que esto no acaba con la muerte y, aunque así fuera, poco importa, pues sólo aquel que se acurruca en su propio ombligo es capaz de dormir plácidamente entre un mar de gritos y dolores ulcerantes, por muy ajenos que puedan ser. Así pues, disculpad mi alejamiento, pero los polos opuestos no siempre se atraen.

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