martes, 13 de mayo de 2014

Envolvente (IV)

A veces desnudo mi vergüenza para desprenderme del abrigo de mi bochorno. Expongo al mundo aquello que sonroja las partes más inseguras y acomplejadas de mi mente disléxica y cruzo los dedos para que nadie se dé cuenta de lo humillantes que resultan ciertos actos, sentimientos, pensamientos y pactos. Sé que tú sí distingues la verdad oculta entre cien mentiras. Por eso permanezco vestida en tu presencia. Si me quito una sola prenda, si te enseño la millonésima parte de un centímetro cuadrado de piel, serás capaz de adivinar todas y cada una de las cicatrices de mis venas y la falta de pericia de los zurcidos de emergencia que perpetré a la luz de las velas, para evitar que se desgarraran mis arterias. Los demás no serían capaces de encontrar las marcas de mi debilidad ni con la ayuda de todos los mapas de los mejores cartógrafos del universo, aquéllos que dibujaron las líneas que unen los puntos de las constelaciones que tatúan nuestros sueños. Es difícil que un topo alcance la salida de un laberinto de hormigas sin destruir todos los túneles horadados por las negras liliputienses.

1 comentario:

Yeamon Kemp dijo...

Exponerse es siempre un error. Pero hay veces que no hay muros tras los que ocultarse.