jueves, 23 de mayo de 2024

Combustión

Todo lo que quema arde bajo los leños de mis costillas. Cuando el humo amenaza con asfixiar mi corazón, mi esternón se convierte en chimenea, desalojando de mi pecho el espeso producto del incendio. No hay toxicidad en la combustión. Sólo purificante liberación de niebla. Y es ahí, cuando la existencia desdibuja sus contornos, que veo: lo de fuera y lo de dentro, los gritos y los silencios, propios y ajenos, y, sobre todo, la consistencia de ese error atávico que constriñe la existencia. Lo niego, pero lo entiendo, y ese saber arcano prende la mecha que, algún día, lo dinamitará todo. Somos la herida, pero también la cura; la luz de la vela que espanta el miedo infantil en mitad de la noche; el arcoíris que otorga sentido a la lluvia. Somos un único corazón repartido en un sinfín de cuerpos. Escucha. El latido es siempre el mismo. Sólo varían el ritmo y su frecuencia. Te quiero, aunque no te lo diga; incluso cuando pienso que no lo hago y este amor que me revienta las entrañas será lo único capaz de sostenerte cuando todo lo demás se hunda. Ven. Camina conmigo hasta el cadalso y, una vez allí, convierte al verdugo en ajusticiado. Porque sólo merece matar quien está dispuesto a morir. ¿Eres realmente consciente de lo que esto significa? Entonces, empuña la tea y enciende la hoguera.

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