Recuerdo el miedo trepando por la espalda, enredándose en los brazos, hasta secuestrar mis manos. Recuerdo el mantra que repetía para sentirme segura, mantra en el que no creía; yo, que tengo fe en todo lo que su estúpido raciocinio desprecia; yo, que veo las sombras que se adhieren a los contornos de la certeza. Recuerdo la angustia, el crujir de los cimientos resquebrajados, la ausencia de asideros, mi infinita capacidad para encontrar el hueco, el testarudo agarre de mis dedos quebradizos. No, no supe mantenerte a salvo, pero sí flotar en el fango de la pena, mi boca como un pozo sin fondo, atesorando el aire que tus pulmones se negaron a digerir. Trato de resignificar el lugar más odioso de la Tierra; pero no puedo, salvo cuando es mi cuerpo el que aprisionan sus paredes asépticas. No hay monitores que transcriban los vaivenes de mi corazón estéril. Mejor así: nadie debería ser testigo de la calma de mi pecho ansioso. Siempre he sido víctima y verdugo; loba con piel de cordero, pero también oveja negra lapidada por sus congéneres blancas. Soy mil millones de contradicciones encarnadas en un único cuerpo, que se disuelve en contacto con la lluvia y se escurre bajo las suelas de tus zapatos. Mi hogar es siempre itinerante, lo que me salva y condena al mismo tiempo. Hay calles que saben más de mí que ningún hombre, puertas que custodian los secretos que sólo soy capaz de confesar ante el espejo, puentes de piedra (siempre de piedra) que me sostienen cuando todo lo demás se hunde y que me incitan a saltar, pero nunca en la dirección que lo hacen los suicidas (yo sólo soy capaz de ahogarme en mí misma). Recuerdo el canto de los pájaros, cuando todo lo demás callaba, y yo no sabía si habría un mañana similar a ese ayer que tanto añoraba. Recuerdo la luz del amor en la tiniebla de la incomprensión, las manos que me sostuvieron sin tocarme, los susurros de Dios suspendidos en cada latido de la tormenta. Recuerdo la fe enhiesta tras la duda, poste inquebrantable e indolente, faro incandescente que guía y que calienta. Recuerdo mucho más de lo que olvido y, aún así, se me escapan tantas cosas...
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